Razón del nombre del blog

Razón del nombre del blog
El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

domingo, 6 de marzo de 2011

4 de marzo Aniversario de José Pío Tamayo y el 8, Día de la mujer con homenaje a Oriana Fallaci


Me perdonan la frivolidad ante tamaño historial dramático

de Pío tamayo,

pero debo confesar que el habla de los barquisimetanos

me encanta. He oido tres o cuatro voces de hombres

que provoca

llamar para sólo oirlos, uno es locutor profesional,

el otro sacerdote, el otro hermano benedictino

y el cuarto es mi esposo, pero tuve un amigo: Boris

Ramírez Dalla, el artista plástico y ahora un gran poeta

de Barquisimeto

que al tono grave varonil de su voz agrega la inocencia

del

habla barquismetana. Gracias a mi edad no despierto

malos pensamientos en él que es más joven, con mis

llamadas

seguidas. De toda Venezuela los guaros son los de habla

que me encanta. A lo mejor Pio Tamayo se sonreirá con

este comentario introductorio a su aniversario en el

No Cielo marxista

o exclamará Na'Guará...¿Quién sabe?


José Pío Tamayo nacido el 4 de marzo de 1898 en El Tocuyo (Estado Lara) y fallecido el 5 de octubre de 1935 en Barquisimeto. Poeta y líder revolucionario, precursor del movimiento marxista en Venezuela. Fundador junto a otros revolucionarios del Partido Comunista de Venezuela

A los 14 años se traslada a Barquisimeto donde estudia en el Colegio La Salle. En esa época funda junto a otros amigos una imprenta llamada "Gil Blas". A los 16 años regresa a El Tocuyo, donde funda la revista literaria "Renacimiento", que tiene una existencia muy breve.

Exilio

En 1922 se ve obligado a salir del país a causa de sus actividades conspiradoras contra el gobierno de Juan Vicente Gómez. Primero se traslada a San Juan de Puerto Rico, para trabajar en una planta azucarera y luego viaja a Nueva York, donde se relaciona con los opositores a Gómez. Posteriormente se marcha a La Habana (Cuba) y participa en la fundación del Partido Comunista de Cuba. Durante su estadía en la isla colabora en la revista "Venezuela Libre", así como en la "Revista Universitaria". Se traslada a Barranquilla, donde funda la "Unión Obrera Venezolana", organización de inspiración marxista. En 1925 es detenido en Panamá por dirigir una huelga de inquilinos, por lo que es expulsado del país. Poco tiempo después es expulsado de Guatemala por el gobierno del presidente José María Orellana. Se va a Costa Rica donde es director de la revista "Siluetas", al tiempo que colabora en las publicaciones "Avispas" y "Nueva Prensa".

Regreso a Venezuela

En 1926 logra regresar a Venezuela gracias a una amnistía de Francisco Baptista Galindo, quien era Secretario General de la Presidencia. En Venezuela se incorpora como colaborador en la revista "Elite" y en el diario "Mundial". Es unos de los organizadores de la Semana del Estudiante de 1928. En el acto inaugural Pío Tamayo lee un poema suyo titulado "Homenaje y demanda del Indio", cuyo contenido calificado de conspirador le cuesta la cárcel en el castillo de Puerto Cabello, junto a muchos de los jóvenes que participaron en la jornada. En prisión dicta clases a los muchachos y los pone en contacto con los fundamentos del marxismo

.



Mientras permanece en prisión contrae tuberculosis, y en diciembre de 1934 cuando es puesto en libertad, su estado es ya muy grave. Muere el 5 de octubre de 1935 en Barquisimeto.

PIO TAMAYO 113 AÑOS EN LA AVENTURA DEL PORVENIR

PIO TAMAYO FOTO


El 05 de octubre de 1983 te escribí una carta que aún guardo en la memoria. Cumplías entonces 48 años de haber sido asesinado por los verdugos que también asesinaban a Venezuela. Hoy, a 76 años de tu crimen y a 113 de tu nacimiento, el crímen no se ha detenido y el país se sigue hundiendo en la violencia de los caudillos y las complicidades de los negociadores. No han cambiado mucho los escenarios.

Los males que entonces denunciaste se han multiplicado, la libertad que invocaste sigue sujeta a los caprichos de los nuevos propietarios de la hacienda. El código de deberes que formulaste sigue siendo un anhelo por cumplir.

Como solicitabas, el pueblo aún no sido tomado en cuenta como el factor esencial de la historia, aunque así se lo hayan hecho creer los demócratas de antes y los revolucionarios de hoy. Este expaís vive uno de sus momentos de mayor degradación y sobredescomposición.

En ese entorno zozobran las buenas intenciones, los deseos de construir algo diferente, las ilusiones de los jornaleros dedicados a labores de belleza y libertad. Como si una inmensa tormenta le robara los espacios a retoños que aún no han sido sembrados.

Tú sigues siendo el olvidado y silenciado, aunque tu nombre sirva para oropeles ajenos e incomprensiones tremebundas. Aunque nadie te entienda, ni recoja tus lecciones, sigues siendo apetecible para los vendedores de trampas y engañadores de toda calaña.

Pero tú sabes mejor que nadie que aún los pozos artesianos no han logrado quebrar la dureza de las sequías para expandir su agua sobre los cañamerales. El dulzor sigue represado en los cauces subterráneos donde fuiste a buscar los cauces del futuro.

Y aunque hayan abierto carretereas desde El Tocuyo hasta Barquisimeto y de Barquisieto para los cuatro costados de este pais herido, no transportan los ideales que tú gestaste, ni gtransitan por sus corredores las ideas libertarias por las cuales entregaste tu vida tempranera.

Tú te fuiste a sabiendas de que la ciencia y el arte nuevos que aspirabas se construyera, para que a su vez rigiera el advenimiento de una nueva sociedad y un nuevo hombre, era una empresa a futuro. Aún lo sigue siendo, Pío, por más que intenten pintar de mentiras la aurora por donde te fuiste, para sembrarte en el pueblo que te vio nacer, acompañado, tal como lo quisiste, de la gente sencilla que te que quiso y te sigue queriendo.

Las tareas floricultoras siguen prendidas del porvenir. Y a despecho de quien sea, no habrá sepulcros que te amurallen, porque hace mucho andas en tus correrías titiriteras, cumpliendo tus tareas de forjador de tiempos inéditos.

En este nuevo cumpleaños, Pío, hacemos resonar los cueros, a ritmo de tamunangue, para celebrarte. Y te seguimos cuidando de los depredadores de todo signo que siguen prevaleciendo en esta historia que tú quisiste cambiar, armado de tu idealidad avanzada, de tu vision transformadora, de tus señales porveniristas, que perduran más allá de todas las traiciones y derrotas que aún nos aguardan.

Sabemos, eso sí, que Rita habrá preparado a los niños de su escuela musical para agazajarte, que Clementina te estará bordando sus abrazos, que Flor ya tendrá a punto su manjar de piña, que te estarán aguardando Luisa Sofía, Magdalena, Ana, Chenel, Josefa y Juan, que Toño estará ausente, mientras recompone el dolor de ver llegar al hijo antes de tiempo, que Doña Sofía junto a José Antonio, estará encendiendo el fogón de las golosinas.

Y que en la Hacienda El Callao habrá hoy festejos en tu honor, que los titiriteros vendrán otra vez desde lejos a asentar sus carpas en tus territorios, y que la flor de la caña florecerá más violeta que nunca para entregarte el dulzor de sus tallos. Y Rosa Eloísa una vez más te hará entrega de su corazón, encerrado como quedó en el cofrecito de tus cartas y en los pie de montes de tus clinas tocuyanas.

Nosotros persistiremos en nombrarte, en abrir trochas hacia el tiempo que sigues

soñando.

mery sananes

04 de marzo del 2011


El 05 de octubre de 1935, en el barrio Namur, en Barquisimeto

muere José Pío Tamayo, a los 37 años, apenas dos meses antes

de la muerte natural de Juan Vicente Gómez.

Reproducimos

aquí la última carta que escribiera,

el 28 de septiembre, a su hermano Toño.



28 de septiembre de 1935, barrio Namur, en Barquisimeto. Pío escribe al hermano Toño su última carta. Sabe ya –lo sabía desde hace mucho- que la muerte es inmediata. Y dibuja sobre el papel sus señales de despedida: “No tengo acto de que arrepentirme. Seguía los mandatos de mi conciencia y si alguna vez me equivoqué hay que culpar a la imperfección humana, pero nunca a la intención.” Esta es su primera afirmación. Y por esa convicción puede decir: “Muero sereno y conforme con mi conciencia.”

Y evoca las frases que dijera Juliano, en los últimos momentos de su vida de emperador: “Oh Helios, oh Sol, cuán bello eres. Un día seré como tú, porque en el destino pleno de todas sus criaturas, está el día en que han de confundirse con la divinidad. Y todos seremos dioses”. En esa misma dirección trabajó Pío. En nombre de ese día en que todos los hombres sean dioses, fabricó sus sueños, sus hazañas y sus combates. Y sabía que su despedida sería de madrugada, para irse, no hacia la noche, sino cabalgando en los primeros rayos del sol para su travesía por el porvenir hasta que algún día lo veamos venir de regreso, jinete de una briosa estrella fugaz, repartiendo florerías.

Y así se marchó, un 5 de octubre de 1935. Dijo: “No olvides que he sido sencillo y limpio de corazón. Procura enterrarme en El Tocuyo, pueblo al que he amado y cuyas gentes me quieren. No deseo ninguna ceremonia religiosa ni aquí ni en el acto del sepelio. Condúceme a una casa amiga en aquel pueblo donde puedan reunirse los que quieran acompañarme al cementerio. Anuncia muy llanamente: Ha muerto Pío Tamayo (37 años)”.

Poco antes de morir, según el testimonio de sus hermanas, dijo a la madre que comprasen suficiente café, pidió que encendieran el radio y se quedó ya en silencio, aguardando la aurora. Se cumplió su deseo. Y fue trasladado a El Tocuyo. Allí en Los Dos Caminos, a la entrada del pueblo, numerosas personas lo aguardaban. Y lo condujeron sobre sus hombros hasta el Cementerio.

Rosa Eloísa estrechaba entre sus manos el mismo pañuelito que agitó el día de su partida. Nunca dejó de ser recinto de lágrimas ni espacio para el suspiro enamorado. Recorrería por primera vez un camino que luego se haría diario para ella. De la misa al cementerio para hacerle ofrenda de rosas al amado. Sofía dejó correr toda la tristeza contenida. Y los hermanos y amigos se hicieron uno en el dolor común.

“No pude revisar, corregir ni compilar nada de mi obra. En esas condiciones, no deseo que se publique ninguna cosa. Guárdalas simplemente.” Fue éste el manifiesto deseo de Pío. Y por ese motivo, durante mucho tiempo, los suyos guardaron con celo, sin publicar ninguno de sus papeles.

Hoy, con amorosa emoción, hemos revisado y compilado su obra. No la hemos corregido. La entregamos en toda la plenitud de su contenido y su sentir. Pío desde siempre buscó conservar sus papeles. Y al mismo Toño pidió que los guardara. Su testimonio, su palabra son propiedad común de los hombres sencillos y limpios de corazón, que anidan en él, sus anhelos de justicia, belleza y amor. Sabemos que desde el rayo de sol en el que fabrica fogatas para vencer la oscuridad, Pío sonríe.


Querido Toño:

No tengo acto de qué arrepentirme; seguí los mandatos de mi conciencia y si alguna vez me equivoqué hay que culpar la imperfección humana, pero nunca la intención. Muero sereno y conforme con mi conciencia. Decía Juliano, en su tienda de campaña, en los últimos momentos de su vida de Emperador, mientras Amaino Marcelino, historiador cristiano al lado del Apóstata grababa para eternizarlas las bellas frases de aquella oración postrera: ‘¡Oh, helios! ¡Oh, Sol! ¡Cuán bello eres! –exclamaba el moribundo en un rapto de final entusiasmo-; un día seré como tú, porque en el destino pleno de todas las criaturas está el día en que han de confundirse con la Divinidad, y todos seremos dioses’. Dijo, y murió mandando hacia el Sol su última mirada.

Yo, en esta hora que parece acercarme al término fatal, hago mía aquella frase de ese hombre inquieto, de alma bellamente atormentada: ‘Muero sereno y conforme con mi conciencia.’

¿Por qué te escribo hoy? Porque quiero decirte , aprovechando minutos de receso en los ataques tremendos, que me voy amándote como al hermano bueno, amándoles con la fuerza toda de mi corazón afectivo. Si hay un poco de dolor al anticiparles mi adiós, es precisamente el dolor que me llevo: el de dejarlos, cuando hubiera deseado hacer tanto por ustedes, vivir largo al amparo del cariño mutuo. Por lo demás, no temo la muerte, ni la llamo ni la rechazo, la acepto tranquilamente, como un hecho ineludible.

¿Qué te he de recomendar? Cultiva siempre en el predio rico de tu espíritu las cualidades nobles que te distinguen; húyele a las satisfacciones mezquinas de los egoístas, y vivirás vida colmada de contento interior que es el más puro de los deleites.

Esta carta debe llegar a ti en los minutos inmediatos a mi muerte. No olvides que he sido sencillo y limpio de corazón. Procura enterrarme en El Tocuyo, pueblo al que he amado y cuyas gentes me quieren. No deseo ninguna ceremonia religiosa, ni aquí, ni en el acto del sepelio. Condúceme a una casa amiga en aquel pueblo, donde puedan reunirse los que quieran acompañarme al cementerio. Anuncia muy llanamente: “Ha muerto Pío Tamayo (37 años). Su madre, hermanos y demás deudos, invitan para el acto del entierro”... y en seguida la dirección.

No pude revisar, corregir ni compilar nada de mi obra. En esas condiciones no deseo que se publique ninguna cosa. Guárdalas simplemente.

Te dejo a mamá. ¡Qué gran tesoro, hermano! Quiérela ahora por mí y por ti.

Te amo y digo adiós,

Pío

Barrio Namur, Barquisimeto
28 de septiembre de 1935
para su hermano Jose Antonio Tamayo



Día de la mujer en el presente...
La discriminación contra las mujeres

Es el momento para que cuanto antes se acabe con estas discriminaciones intolerables

BERNARDO KLIKSBERG | EL UNIVERSAL
miércoles 9 de marzo de 2011 12:00 AM

La discriminación de género continúa. Con avances, falta mucho por hacer. Pese a la presión de la opinión pública mundial Irán mantiene la sentencia de lapidar, matar a pedradas, a una mujer acusada de adulterio. Muy difícil que una mujer pueda defenderse en los tribunales de dicho país. Según sus leyes el testimonio de una mujer vale la mitad del de un hombre.

En Italia 500.000 mujeres manifestaron por la denigración de la dignidad de la mujer por las conductas de su Primer Ministro.

Siguen muriendo miles de mujeres pobres durante el embarazo o el parto, por razones evitables. Perecieron 350 mil en el 2010, el 98% en países en desarrollo. América Latina tiene serios problemas de género. La mayoría de los pobres de la región son mujeres y jóvenes. El desempleo es mayor en las mujeres, y su porcentaje en la economía informal y los trabajos de baja productividad es muy superior al de los hombres.

Su situación diaria es difícil. Se han integrado al mercado de trabajo pero deben tener súper méritos dada la subsistencia de las discriminaciones. Al mismo tiempo son responsables de llevar adelante el hogar y cuidar los niños. Son el pilar de la familia, institución base de la sociedad, pero ella no las ayuda en esta doble y agotadora jornada de trabajo.

Por otra parte, los hogares con mujeres pobres al frente, han aumentado del 27% en los 90 al 36% en el 2005.

Prosigue la aberrante violencia doméstica. El 40% sufre violencia física, y el 40% emocional.

El feminicidio continúa operando. En Ciudad Juárez a pesar de la condena de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos al Estado mejicano, se han producido 304 homicidios de mujeres en el 2010, que se suman a los centenares anteriores que generaron la condena. En El Salvador los crímenes contra mujeres aumentaron en un 197% en la última década. De enero a octubre del 2010 hubo 477 asesinatos. En Honduras entre el 2003 y el 2010, 1.464. En Guatemala, 5.300 en los últimos 10 años.

La relatora general de la ONU sobre violencia contra la mujer, Rashida Manjoo, señaló en un reciente Congreso Iberoamericano sobre el tema "¿Por qué los hombres emplean la violencia contra las mujeres? Porque pueden... ", resaltando la impunidad y el peso del machismo.

Es posible enfrentar todas estas y otras situaciones. Indican el camino, políticas públicas como las que Miche-lle Bachelet, hoy directora de ONU-Mujer, desarrolló en la Presidencia de Chile multiplicando los hogares de cuidado de niños para mujeres trabajadoras financiados por el Estado; la reciente iniciativa de Cristina Kirchner de dar total cobertura social a las mujeres pobres embarazadas en Argentina, los cambios profundos en la legislación guatemalteca, la extensión a 6 meses pagos de la licencia posparto enviada por el actual Presidente de Chile al Congreso, y otras en otros países.

En el Día Internacional de la Mujer no es el momento de triunfalismos sino de redoblar esfuerzos para que cuanto antes se dejen de lado las excusas, y se acabe con estas discriminaciones intolerables.

Termina de aparecer la nueva obra del autor "escándalos éticos" (editorial temas).
kliksberg@aol.com













Día internacional de la mujer: 8 de marzo

Historia


En este día tan importante para todas las mujeres del mundo, se conmemoran los esfuerzos realizados por todas por alcanzar la igualdad y la justicia. En todos los países se organizan festejos en esta fecha para que la sociedad tome conciencia sobre los derechos que les corresponden a todos los seres humanos por igual, a hombres y mujeres, más allá de las diferentes naciones, lenguas, religiones o culturas.


El 8 de marzo se conmemora la lucha de un grupo de mujeres que realizaron una huelga en la fábrica textil donde trabajaban en Nueva York, en 1857, para pedir una jornada de 10 horas de trabajo e igualdad de salarios que los hombres. En respuesta a la planta ocupada, se prendió fuego al edificio y se trabaron las puertas, allí murieron las 129 trabajadoras. Este día, para honrar su memoria, fue propuesto en 1910 en un Congreso Internacional de Dinamarca, y las Naciones Unidas adhirieron su apoyo a la celebración en numerosos países.

Desde entonces se convocó a todas las naciones, que teniendo en cuenta sus tradiciones históricas, proclamen un día del año como Día de las Naciones Unidas para los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional.

Un saludo muy especial para las hijas, madres, esposas, trabajadoras, profesionales, estudiantes y voluntarias que ayudan con su aporte al bienestar de la humanidad.


¡Feliz Día para todas las mujeres del planeta!


Mientras tanto en Venezuela se cierra y le quitan la ayuda a una

de las instituciones que trabajando siempre con las uñas, ha hecho

más por la mujer venezolana desamparada. Me consta porque

en los años 80 solicité ASESORIA de AVESA para una amiga, mujer

de un PTJ que la golpeó la Noche del Año Nuevo en sitios que no se

pueden descubrir a simple vista, porque son puntos que sólo saben

los torturadores...Y AVESA fue excelente no sólo en el trato con ella,

sino en su asesoría y acción.

¡Qué gran regalo para la mujer venezolana nos da Chávez! Bueno este

gobierno tiene su vainita con la mujer...a pesar de la vieja bolsa comunista

de María León.

Opinión
Alberto Barrera Tyszka
El Nacional / ND


La fuerza muda

Después de meses intentando todo tipo de comunicación y de diálogo con las autoridades, Avesa lo único que ha conseguido es silencio

En la novela El proceso, desde muy temprano, desde la segunda frase, Franz Kafka comienza aclarando que el protagonista de la historia "sin haber hecho nada malo" fue detenido una mañana. Lo que sigue son más de doscientas páginas de un atronador y desesperante silencio. La brutalidad del infierno kafkiano reside precisamente ahí, en la normalidad con que se desarrolla la incoherencia. Lo aterrador sucede como parte de una natural causalidad de la sociedad. Quien se atreva a reaccionar frente al poder, se tropezará con una fuerza indestructible: el silencio. Es la lógica de una maquinaria que ha suprimido la importancia de las preguntas y de las respuestas. El diálogo sólo está al servicio del sinsentido. El absurdo se ha convertido en un orden solemne y mortal. Por eso su literatura es tan demoledora. Donde no hay comunicación, no hay esperanzas.

Escribo esto mientras pienso que el caso de Avesa podría aparecer en la página 129 de El proceso. Para quienes no la conocen, la Asociación Venezolana para una Educación Sexual Alternativa, Avesa, es una organización no gubernamental, sin fines de lucro, creada por Elisa Jiménez en 1984. Se escribe fácil, pero no lo es: se trata de una rara épica ciudadana. Esto, entre otras cosas, quiere decir que hace casi ya treinta años había un grupo de mujeres pensando y luchando por los derechos sexuales y reproductivos en nuestro país.

Esto quiere decir que, antes del 4 de febrero de 1992, antes de las elecciones del 98 y antes de cualquier reforma constituyente de la actualidad, ya había una organización popular, femenina y civil, inventando una verdadera revolución en Venezuela.

Cuando ni siquiera se usaba el lenguaje con el que hoy se pronuncian los derechos sexuales y reproductivos, ya Avesa hablaba del tema, investigaba, ofrecía ayuda, impartía talleres... se atrevía a oxigenar públicamente la sexualidad de nuestra sociedad. Durante casi tres décadas, con atención prioritaria y fundamental a los sectores populares, Avesa ha promovido la reflexión y la toma de conciencia sobre el tema y, de manera constante, ha realizado actividades de prevención, formación y atención directa en las áreas de educación sexual, violencia sexual y doméstica, salud sexual y reproductiva, ofreciendo modelos alternativos, y se ha convertido en un referencia ineludible en el ámbito nacional e internacional.

¿Qué pasa, entonces? ¿Por qué, ahora, Avesa está junto a Kafka en esta esquina de esta página? Como la mayoría de las instituciones sin fines de lucro, Avesa necesita financiamiento externo. Y cuenta con él. Se trata, además, de una fuente nítida e inobjetable: el Estado venezolano. Gran parte de la actividad actual de esta ONG se desarrolla gracias a un subsidio aprobado en la Ley de Presupuesto Nacional 2010 y 2011. No hay, pues, nada que pueda acusar a la institución de imperialista o de supuesta traición a la patria. El subsidio, que debe otorgarse a través del Ministerio del Poder Popular para la Salud, permite que 40% de los servicios de Avesa sean gratuitos y que el otro 60% restante se preste a muy bajo costo. Ese es el acuerdo y ese es el compromiso. En la mitad de ambos, de pronto, ha aparecido El proceso.

Durante todo el año 2010 el rigor triturador de la burocracia fue averiando la contabilidad y la planificación de sus actividades. Desde hace cinco meses, Avesa espera el último pago, correspondiente todavía a lo que se le adeuda del año pasado. La tragedia se convierte en un simple paso, congelado en un manual de procedimientos. El Estado asfixia lentamente. Convierte a los ciudadanos en víctimas de una violencia legal pero impúdica.

Por supuesto que el caso no es tan trascendente e importante como el apoyo oficial que requiere el piloto de Fórmula 1 Pastor Maldonado. Obviamente, esto es una nadería al lado de las importantes superproducciones melodramáticas que está anunciado TVES para este año. Ni hablar de la importancia de los recursos destinados a las galas y actos de celebración con motivo del bicentenario del 5 de Julio.

¡Por favor! ¿Avesa? ¿La salud sexual y los derechos de la mujer? ¿La violencia doméstica? Eso ni siquiera merece una respuesta.

Así parece. Porque no la han tenido. Porque no la han dado. Porque todavía muchos venezolanos la estamos esperando. Después de meses intentando todo tipo de comunicación y de diálogo con las autoridades, Avesa lo único que ha conseguido es silencio.

Mucho silencio. Todo el implacable silencio del poder.

La novela de Kafka termina con un crimen de sangre.

La víctima, al final, debe sentir incluso culpa, vergüenza. Así se completa el ciclo.

El inocente muere sin saber si quiera de qué se le acusa.

El ministerio continúa en silencio.
abarrera60@gmail.com


El Carabobeño 08 marzo 2011

Un siglo después, ¿cuánto han avanzado las mujeres?

Londres (BBCMundo).- Hoy hay mujeres astronautas y presidentas, académicas y empresarias, propietarias de tierras y de negocios. En varias partes del mundo, las mujeres gozan de libertades que hace 100 años, cuando se celebró el primer Día Internacional de la Mujer, eran impensables.

El movimiento de las sufragistas (suffragettes, en inglés) de fines del siglo XIX y principios del XX fue un antecedente clave. Posteriores movimientos feministas han puesto énfasis en la igualdad entre hombres y mujeres.

Pero como lo muestran datos globales, pese a las décadas de lucha contra la desigualdad de género ésta es una pugna que permanece aún vigente.

Aunque los avances logrados en el último siglo son significativos respecto al derecho a votar, al reconocimiento de su trabajo, a la educación, a ocupar instancias de decisión y acabar con la discriminación, los siguientes gráficos indican que la sociedad aún tiene un buen trecho por recorrer.

Empleo y salarios

En la mayoría de los países, las mujeres ganan entre el 70% y el 90% de los salarios de los hombres, y la brecha es aún más amplia en algunos países latinoamericanos.

El gráfico se apoya en la base de datos sobre sueldos mundiales de la Organización Internacional del Trabajo, OIT (2009). Las cifras son para el período más reciente del que se dispone: 2006-2008.

Las mujeres tienen el 41% de los empleos totales en el sector no agrícola, dice ONU Mujeres, la entidad de Naciones Unidas para la igualdad de género y el empoderamiento femenino cuya directora ejecutiva es Michelle Bachelet, la ex presidenta de Chile.

En Asia meridional y occidental y en África del Norte, según ese organismo, el empleo de las mujeres fuera de la agricultura sigue siendo extremadamente limitado: constituye sólo un quinto de los trabajos en la industria y el sector de servicios.

Más de la mitad de las mujeres del mundo (53%) tienen ocupaciones vulnerables, como empleadas domésticas sin remuneración y trabajadoras por cuenta propia.

La participación de la mujer en la fuerza laboral en América Latina y el Caribe es similar al promedio mundial, pero inferior a la de algunas regiones, particularmente Asia Oriental y el Pacífico, donde la cifra supera el 70%, según indican datos del Banco Mundial.

El gráfico se apoya en un informe de esta entidad (2009) y usa la base de datos GenderStats, con cifras de 2007.

El informe del organismo también señala que la participación femenina en la fuerza laboral tiende a concentrarse en unos pocos sectores, principalmente comercio, educación y salud, situación que las vuelve más vulnerables ante crisis específicas.

Acceso a la tierra

Pese a que las mujeres componen la mayoría de los agricultores a pequeña escala y tienen una función crucial en materia de seguridad alimentaria en los países en desarrollo, los planes de distribución de la tierra suelen estar dirigidos en su gran mayoría a terratenientes hombres, señala ONU Mujeres.

Datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) indican que la propiedad de tierras agrícolas por parte de las mujeres representa sólo una fracción de la de los hombres.

La información es del periodo más reciente del que se dispone (2001-2005) y se apoya en la base de datos de género y derecho a la tierra (2010) de la FAO.

Liderazgo político

ONU Mujeres destaca que en ninguna región del mundo se ha logrado el nivel del 30% de puestos de liderazgo a cargo de mujeres.

Hasta la fecha existe sólo un 18,6% de mujeres en los parlamentos de todo el planeta. Sin embargo, 29 países han alcanzado o sobrepasado el 30%. De esas 29 naciones, por lo menos 24 han introducido cuotas en el Poder Legislativo.

En todo el mundo, las mujeres ocupan apenas el 16% de los puestos ministeriales.

Cuotas en América Latina

Cuando Dilma Rousseff asumió la presidencia de Brasil, se sumó al grupo de mandatarias que en años recientes han tenido a su cargo el destino de sus países en América Latina: Laura Chinchilla (Costa Rica), Cristina Fernández (Argentina), Michelle Bachelet (Chile) y Mireya Moscoso (Panamá).

La inserción de mujeres en puestos de decisión se ha visto reforzado en la región por cambios en las leyes electorales para establecer cuotas de inscripción de candidatas a los congresos nacionales.


El Carabobeño 07 marzo 2011

La política aún es un terreno difícil para la mujer latina

Chinchilla anima a no cejar en el esfuerzo para avanzar hacia la equidad de género. (Foto Archivo)

Bogotá (EFE).- La política sigue siendo un terreno difícil para la mujer en América Latina a pesar de tener tres presidentas, una de ellas la costarricense Laura Chinchilla, quien anima a no cejar en el esfuerzo para avanzar hacia la equidad de género.

“Ser mujer y presidenta de Costa Rica en una región como América Latina es un gran honor pero sobre todo una posibilidad para seguir avanzando a favor de una agenda de equidad de género”, dijo Chinchilla a Efe con motivo de celebrarse mañana el Día Internacional de la Mujer.

Aunque se ha avanzado mucho en Latinoamérica y “hay cada vez más mujeres en puestos de decisión pública y privada”, también existe “otra realidad que no se puede ocultar: que es la mujer quien sufre mayor maltrato físico por su condición de género, la que sufre la pobreza y discriminación con mayor crudeza”, subrayó.

Según un reciente estudio del Fondo Económico Mundial (WEF, siglas en inglés), si se compara con otras zonas del mundo, América Latina y el Caribe ha avanzado mucho en la igualdad de género en educación y salud y no tanto en participación y oportunidades en la economía, lo que incluye las diferencias salariales con los hombres, ni en presencia y poder de la mujer en la política.

Diecisiete naciones de Latinoamérica y el Caribe están en la primera mitad de una tabla de 134 países elaborada por el WEF para medir, de menos a más, la “brecha de género” en el mundo, teniendo en cuenta la participación económica y las oportunidades, el nivel educativo, el acceso a la salud y el papel en la política activa de las mujeres en comparación con el de los hombres.

Latinoamérica es la tercera región, solo superada por Norteamérica y Europa y países de Asia Central, donde más se ha estrechado la brecha de género, de acuerdo con el informe 2010 del Foro sobre las disparidades entre hombres y mujeres en el mundo.

Las dos primera regiones han logrado cerrar más del 70 por ciento de la brecha, Latinoamérica y el Caribe está por delante de Asia-Pacífico y África Subsahariana en el rango del 60 al 70 por ciento de cierre y en último lugar, con la brecha cerrada ligeramente por encima del 58 por ciento, se sitúan los países de Oriente Medio y el norte de África.

Entre los países latinoamericanos y caribeños Trinidad y Tobago es el campeón de la igualdad de género. Está en el puesto 21 de la tabla general, que está encabezada por cuatro países nórdicos y Nueva Zelanda.

Cuba, en el puesto 24, Costa Rica, en el 28, Argentina, en el 29, y Nicaragua, en el 30, aventajan en igualdad de género a países como Portugal (32), Francia (46) e Italia (74). Guatemala, en el puesto 109, es el peor clasificado de los países latinoamericanos y caribeños. México esta en el puesto 91, El Salvador en el 90 y Brasil en el 85.

De acuerdo con los subíndices, los puntos fuertes de América Latina y el Caribe en materia de igualdad entre géneros son la educación y la salud. En estos dos aspectos pasa del tercero al segundo puesto y la región solo es superada por Norteamérica.

En 13 países latinoamericanos y caribeños está totalmente cerrada la brecha en salud y en cinco en educación Los puntos débiles son la participación económica y las oportunidades y el empoderamiento político. En el primer terreno, la región está en cuarto lugar y en el segundo en el penúltimo, solo por encima de Oriente Medio-Norte de África.

La semana pasada la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, afirmó en un programa de televisión que “lo más importante” de que ella haya llegado tan lejos en política es que “todas las niñas van a querer ser presidentas y que será visto como muy normal en Brasil que una mujer pueda asumir la Presidencia”.

Rousseff atribuyó al machismo la imagen de “dura” que le han adjudicado. “De la mujer se espera una fragilidad, por lo menos la imagen que se tiene es que la mujer es frágil (...) y cuando una mujer asume una posición de mando, de autoridad, es vista como fuera de su papel”, señaló.

La mandataria brasileña dijo que le hubiera gustado nombrar más mujeres en su Gabinete pero que tuvo que limitarse a nueve de un total de 38 para poder aceptar las sugerencias de los partidos que forman su coalición de Gobierno. En proporción aun son menos las mujeres que han llegado al Parlamento brasileño.

Según el último informe de la Unión Interparlamentaria, con datos correspondientes al 31 de enero de 2011, de los 531 miembros de la cámara baja brasileña solo 44 son mujeres (un 8,6%).

Brasil está en el puesto 108 de una lista de 188 países, que encabeza Ruanda con un 56,3% de los puestos en la cámara baja en manos de mujeres. Cuba, en el cuarto puesto de la lista, con un 43,2% de parlamentarios de sexo femenino, y Costa Rica, en el undécimo, con un 38,6%, son los dos países latinoamericanos mejor clasificados.

Les sigue Argentina, el otro país latinoamericano gobernado por una mujer (Cristina Fernández) con 99 mujeres entre los 257 diputados (38,5%). El último país latinoamericano de la lista es Panamá, en el puesto 109, con solo un 8,5% de parlamentarios mujeres

08 marzo 2011

Anaís Caldera Rodríguez || Maracaibo en manos de una mujer


Maracaibo en manos de una mujer (*)

Maracaibo está gobernada por una mujer que debe demostrar con hidalguía y templanza su capacidad para gerenciar efectivamente esta ciudad repleta de un sinnúmero de problemas, que van desde la recolección de desechos, la suciedad y deterioro de sus calles y avenidas, hasta el pésimo y costoso servicio del transporte público ofrecido en chatarras y de manera anárquica por parte de muchos choferes de las diferentes rutas, los cuales incumplen las rutas y paradas sin recibir sanciones. Por ejemplo, choferes de carros por puesto de La Limpia no cumplen con su trayecto, porque sólo llegan hasta el centro comercial Galerías y se regresan hasta La Curva, sin ningún reclamo de las autoridades competentes. Igual conducta tienen muchos conductores de las rutas de Circunvalación dos y tres.

Superar el déficit fiscal de la alcaldía marabina, producto de la imposibilidad, entre otras cosas, de recabar al día los impuestos municipales a través de las facturas de Corpoelec, en el pasado Enelven, es otro de los retos que tiene por delante Eveling Trejo de Rosales para poder cumplir con sus promesas electorales y no salir de trabajadores que operan en la Alcaldía y en las distintas instancias paramunicipales, porque esto origina un alto impacto social, con un enorme costo político. No debe olvidar que de los resultados de su gestión y la del gobernador Pablo Pérez depende la permanencia en el poder de la oposición en el Zulia.

La visión de la alcaldesa de la capital zuliana debe enmarcarse en el rescate de Maracaibo del abandono en el cual se encuentra. Regresarle la belleza que coadyuvó a alcanzar a su esposo, Manuel Rosales durante su primera gestión gubernamental y que posteriormente fue destruida por las erróneas políticas de saneamiento ambiental y el abandono total de la ciudad por parte de ex alcalde Gean Carlos Di Martino, cuya gestión se caracterizó por la pésima recolección de los desechos domiciliarios, a causa de la constante rotación e ineficiencia de las empresas recolectoras contratadas, así como por el total deterioro de la vialidad, especialmente aquellas calles paralelas de las principales avenidas de esta urbe, las cuales se encuentran intransitables por la suciedad y una cantidad de huecos dejados por la desidia local y de Hidrólogo, organismo desconcentrado que no arregla las bocas de visita deterioradas ni los botes de aguas servidas. Tampoco tapa los huecos que hace en las calles cuando reemplaza o introduce tuberías de aguas blancas y negras.

Irene Sáez demostró en Chacao su capacidad de gerenciar ese municipio a través de la innovación de todos sus procesos locales, especialmente en las áreas policial y urbana, mientras Lolita Aniyar de Castro, durante su corto mandato como gobernadora del Zulia, 1994-1995, dio muestras de que sí se puede gobernar con efectividad y transparencia. Dos mujeres gobernantes que deben convertirse en ejemplo para la nueva alcaldesa de Maracaibo, en aras de superar la desidia gubernamental del pasado reciente y convertirla en una ciudad moderna, productiva, competitiva, segura y atractiva para la inversión nacional y extranjera, con el fin de que Maracaibo se proyecte externa e internamente como una ciudad próspera con calidad de vida y justicia social, tal y como reza su programa de gobierno.

Promesas que deben concretarse para demostrarle al Poder Central la importancia de la permanencia de los municipios en el país como la unidad política primogénita de la organización de la República y para que entienda que el municipio no puede actuar como un apéndice de Miraflores, como lo serán las comunas y las distintas figuras territoriales creadas fuera de la Constitución, porque la máxima ley venezolana lo consagra como un poder autónomo facultado para fomentar la participación ciudadana en la fiscalización y el control de la gestión pública ejercida para cumplir con una serie de competencias propias de la vida local y garantes del desarrollo social, cultural y económico sustentable de las distintas comunidades que le integran. También como un espacio territorial y cultural idóneo para el fortalecimiento de la interrelación de los actores políticos, económicos, sociales y culturales. Pese a su importancia, en muchas partes del mundo, no se valora en su justa dimensión sino que su trascendencia se supedita únicamente a los beneficios y a la plusvalía que puede otorgar a través de la recaudación fiscal municipal.

(*) Periodista

anaipab@hotmail.com


Homenaje a una de las mujeres que más admiré en

mi juventud. Fallecida por efectos del cáncer.

Estas que vienen a continuación son las únicas 4 páginas de la revista LIFE que sacó de la masacre de Tlatelolco, no tengo conocimiento si la revista en su edición norteamericana sacó algo similar, yo supongo que no, habría que revisar los 8 números de ese mes de Octubre o Noviembre de 1968.

Pero no, los eventos de la Plaza de las Tres Culturas no tuvieron mucha relevancia mundialmente (a comparación de un Tiananmen, por decir) y lo digo al revisar a muchos años de distancia y sin rigor de un archivo, lo más importante de lo que se recuerda de la prensa de aquella parte de ese año.

De hecho lo que ellos resaltan los norteamericanos de entre todo ese año, con respecto a México, son las Olimpiadas y mencionan como de pasada que sí, hubo represión en México poco antes de las Olimpiadas, por causas inciertas de entre todas las posibles, y que ésta fue lamentable, pero lo más importante en cuanto a política en Méxio para ellos fue lo de la levantada de los puños desafiantes con guante negro de dos corredores americanos, Tommie Smith y John Carlos en el podio durante su himno para evidenciar la fuerza del Poder Negro y de las injusticias de su país contra sus habitantes de raza negra.





Así pues, estas son las imágenes que alguien tomó, una de las personas es Oriana Fallaci, brillante periodista italiana que tiene pocos años de haber fallecido.

Son cuatro fotos y muestran un drama total.

En la primera, están ella y su acompañante tirados en el piso, llenos de espanto sus caras.

Me imagino el momento, disparos de quien sabe donde. Soldados armados disparando entre edificios de apartamentos, en una plaza en la que solo momentos antes, sucedía un mitin pacífico.




La historia del evento, bueno, ya la he comentado mucho, hasta hice una novela del tema, Technotitlan: Año Cero, que se puede leer en uno de los blogs que están mencionados a la izquierda de estos textos (al menos tres de cuatro partes).

En el pie de foto se menciona que un balazo hirió a Fallaci, que la mandó al hospital, además de mencionar que su acompañante había muerto. Con esa idea quedé yo y supongo, también miles de lectores, hasta que hace años supe que no, que el muchacho este no había muerto, pero que había quedado herido de gravedad.

Fallaci desarrolló un odio por los mexicanos según leí una vez sobre ella en una de sus últimas entrevistas que se le hicieron.

En su cama de hospital tan indignada estaba, (a la vista de los acontecimientos, cosa de lo más natural del mundo) que pedía que la delegación italiana de deportistas que participarían en la Olimpiada, abandonaran los juegos en protesta.

No le hicieron caso.





Dos fotos más, una a nivel de plaza con un soldado herido, y me pregunto: ¿cuál ha de haber sido el criterio editorial de poner estas imágenes? ¿Cuáles pudieron haber elegido no mostrar? Al poner un soldado caído, ¿habrán querido balancear la nota, afirmando que hubo bajas de ambos lados y que por eso, al mismo tiempo "demostrar" que la balacera tuvo justificación de ser?

Todo esas respuestas quedarían en suspenso, supongo, para siempre.




Finalmente dos imágenes, estremecedoras, sobre todo si estás a nivel de calle viendo las escenas, una de ellas, la de un cuerpo de Granaderos, listo para entrar a la acción.

En la segunda, un funeral, simbolismos a más no poder de lo que sucedía y sucedió en aquella época.

Con el tiempo supe que había una creencia urbana y popular "entre los que saben" que decía que la revista LIFE en Español había dejado de publicarse en México como represalia por haber sacado las imágenes estas que se muestran aquí.

En realidad LIFE en Español se dejó de publicar con el número correspondiente al 15 de diciembre de 1969, con el tema de El Hombre en el Espacio, celebrando la llegada del Hombre a la Luna de julio de ese año. A final de ese número venía una imagen del staff editorial agradeciendo la preferencia del público 17 años después de haber llegado, 1952.


Oriana Fallaci: ‘Nuestro primer enemigo no es Bin Laden ni Al Zarqaui, es el Corán, el libro que los ha intoxicado’


Si bien comencé reproduciendo los artículos de Oriana Fallaci con motivo del quinto aniversario del 11-S, acontecimiento tras el cual los escribió, su muerte, hoy, me da un nuevo motivo para no dejar caer en el olvido sus palabras. El diario El
Mundo publica hoy de nuevo una entrevista
realizada a la escritora y periodista italiana hace un año, que reproduzco a continuación. A lo largo de los próximos días pondré también extractos de su obra “La fuerza de la razón”.

Descansa en paz, Oriana.



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ANDRZEJ MAJEWSKI. Especial para EL MUNDO

Polémica y beligerante, desgarradora y sincera, la periodista italiana Oriana Fallaci aprovecha sus ensayos y artículos para manifestar su honda preocupación por la amplia presencia en Europa de fieles musulmanes. En esta entrevista, realizada por un sacerdote católico que trabaja además en la televisión pública polaca, Fallaci insiste en la idea de que el Despertar del islam es el fin de Occidente.

Pregunta.- Los responsables de los atentados terroristas de Londres eran musulmanes nacidos en Gran Bretaña o ciudadanos ingleses.Por lo tanto, se podrían considerar ciudadanos europeos. ¿Cree que para defender nuestro continente y la civilización europea tenemos que expulsar a todos los musulmanes de Europa?

Respuesta.- Para comenzar, no son del todo europeos. No pueden considerarse europeos. O no más de lo que nosotros podríamos ser considerados islámicos, si viviésemos en Marruecos, en Arabia Saudí o en Pakistán, con el oportuno permiso de residencia o con la ciudadanía. Porque esta última no tiene nada que ver con la nacionalidad.

A mi juicio, incluso los que tienen la ciudadanía son huéspedes y nada más. O mejor dicho: invasores privilegiados. Además, una cosa es expulsar a los aprendices de terroristas o a los aspirantes a terroristas, a los ilegales, a los vagabundos que viven robando y trapicheando con droga o, incluso, a los imames que predican la guerra santa e incitan a sus fieles a masacrarnos, y otra cosa es expulsar indiscriminadamente a toda una comunidad religiosa.

Naturalmente, si quisiesen irse por su propio pie, no lloraría.Más aún, le pondría una vela a la Madonna. De hecho, ya lo sugería en el ensayo publicado recientemente en el Corriere della Sera, titulado El enemigo que tratamos como amigo. ‘¿Si somos tan estúpidos, tan tontos, tan despreciables y pecaminosos -escribía-, si nos odiáis y nos despreciáis tanto, ¿por qué no os volvéis a vuestra casa?’.

Pero deben estar bien aquí, porque no quieren irse. Ni siquiera lo piensan. Y aunque lo pensasen, ¿cómo llevarían a la práctica algo así? ¿Por medio de un éxodo parecido al de Moisés guiando a los judíos fuera de Egipto a través del Mar Rojo? Ya son demasiados.

Calculando sólo los que están en la Unión Europea, cerca de 25 millones, según los datos más recientes, calculando también los que están en los países que no forman parte de la Unión y en la ex Unión Soviética, cerca de 60 millones. Esta es su Tierra Prometida, ¿o no? Respeto, tolerancia. Asistencia pública, libertad en abundancia. Sindicatos y jamón, el despreciado jamón, vino y cerveza, el despreciado vino y la despreciada cerveza. Vaqueros y licencia para ejercer su prepotencia por doquier sin ser castigados ni recriminados ni llamados al orden (incluida la licencia de tirar los crucifijos por las ventanas). Protectores o colaboracionistas siempre dispuestos a defenderlos en los periódicos y a impedir su expulsión, aunque venga dictada por los tribunales. Querido padre Andrzej, es demasiado tarde ya para pedirles que vuelvan a su casa. Habríamos tenido, habrían tenido que pedírselo hace 20 años. Pero en cambio, los hemos dejado entrar, en nombre de la piedad y del pluriculturalismo, de la civilización y del modernismo, aunque en realidad gracias a cínicos acuerdos euro-árabes de los que hablo en mi libro La fuerza de la razón, peor aún; tras haber descubierto que no les gustaba ya hacer de proletarios, recoger los tomates, trabajar en las fábricas, limpiar nuestras casas y nuestros zapatos, les llamamos. ‘Venid, queridos, venid, porque tenemos tanta necesidad de vosotros…’, y ellos vinieron.A cientos, a miles.

Y qué le vamos hacer si, muchas veces, en vez de personas deseosas de labrarse una vida digna trabajando, nos encontramos a menudo con vagabundos. Vendedores ambulantes de inutilidades, dispensadores de droga y futuros terroristas. O terroristas ya entrenados y entrenándose. ¡Y qué le vamos a hacer si desde el momento en que desembarcan nos cuestan un riñón! Comida y alojamiento. Escuelas y hospitales. Subsidios mensuales. Y qué le vamos hacer si nos llenan de mezquitas. Y qué le vamos a hacer si se adueñan de barrios enteros e, incluso, de ciudades enteras. Y qué le vamos a hacer si, en vez de mostrar un poco de gratitud y un poco de lealtad, pretenden incluso el derecho al voto que, pasándose la Constitución por el forro, le regalan los partidos de izquierdas.Y qué le vamos a hacer, si para proteger la libertad, por culpa suya tenemos que renunciar a algunas libertades. Y qué le vamos a hacer, si Europa se está convirtiendo o se ha convertido ya en Eurabia.


Querido padre Andrzej, no sé qué es lo que está pasando en Polonia. Pero en el resto de Europa, comenzando por mi país, no está sucediendo lo que pasó en Viena hace tres siglos. Cuando los 600.000 otomanos de Kara Mustafa pusieron sitio a la capital, considerada el último baluarte del cristianismo, y junto a los demás europeos (excepto Francia) el polaco Juan Sobieski los expulsó al grito de «Soldados, combatid por la Virgen de Czestochowa». No, no. Aquí está pasando lo que pasó, hace más de 3.000 años, en Troya, cuando los troyanos abrieron las puertas de la ciudad y condujeron dentro el caballo de Ulises. Despreciada como una Casandra a la que nadie escucha, hace años que repito sin cesar la misma canción: ‘Arde Troya, arde Troya’. Y hoy, todas nuestras ciudades y pueblos arden de verdad. ¿Exiliar? ¿A quién quiere exiliar? Hoy, los exiliados somos nosotros. Exiliados en nuestra propia casa.


P.- ¿Cómo cree que debería reaccionar el papa Benedicto XVI ante esta situación, siendo, como es, el jefe de la Iglesia Católica Apostólica Romana y líder de una religión que predica paz, no violencia y bondad?

R.- Mire, en mi ensayo El enemigo que tratamos como amigo, en un momento determinado me dirijo directamente a Ratzinger reprochándole lo que le reprochaba a Wojtyla. El diálogo con el islam. ‘Santidad -le digo-, ¿cree realmente que los musulmanes aceptan dialogar con los cristianos, incluso con las demás religiones o con los ateos como yo? ¿Cree realmente que pueden cambiar, revisarse y dejar de sembrar bombas?’. Y ahora añado: El terrorismo islámico no es un fenómeno aislado, un hecho en sí mismo. No es una iniquidad que se limita a una minoría exigua del islam. (En cualquier caso, una minoría nada exigua. Se calcula que, en Europa, dispone de 40.000 terroristas dispuestos a sacrificarse. Y no olvidemos que detrás de cada terrorista hay una organización concreta, una excelente red de contactos, un océano de dinero. Ergo, ese número de 40.000 hay que multiplicarlo al menos por cinco o por 10).

La ofensiva global ideada por Jomeini

El terrorismo islámico -prosigue Fallaci- es sólo un rostro, un aspecto de la estrategia adoptada en tiempos de Jomeini (en los días de los cínicos acuerdos euro árabes) para poner en marcha la ofensiva global llamada el Despertar del islam. Un despertar que, una vez más, pretende acabar con Occidente, su cultura, sus principios y sus valores. Su libertad y su democracia. Su cristianismo y su laicismo. (Sí, señores, también con el laicismo. Quizás sobre todo con el laicismo. ¿Todavía no se han dado cuenta de que el laicismo no puede cohabitar con la teocracia?).

Un despertar, en definitiva, que no se manifiesta sólo por medio de las matanzas, sino también por medio del secular expansionismo del islam. Un expansionismo que, hasta el asedio de Viena, se producía con los ejércitos y las flotas de los sultanes, los caballos, los camellos y las naves de los piratas, pero que ahora se realiza por medio de los inmigrantes, decididos a imponernos su religión. Su prepotencia, su enorme capacidad prolífica.

Pues bien, el Papa lo sabe mejor que yo. Mejor que todos nosotros. El problema es que se encuentra en una situación dificilísima desde un punto de vista político y humano. Ante todo, por el hecho de estar al frente de una Iglesia que basa su credo en el amor y en el perdón. Una Iglesia que, en términos ecuménicos, predica el ‘ama a tu prójimo, por lo tanto también a tu enemigo como a ti mismo’.

Después, por el hecho de gobernar una inmensa comunidad que, respecto al islam, incluso en las filas de su jerarquía, está dividida, es decir, enrocada sobre posiciones opuestas. Piense en Cáritas que rescata a los ilegales e, incluso, los esconde. Piense en los Combonianos que con la bandera arcoiris sobre la sotana blanca les distribuyen simbólicos permisos de residencia. Piense en los sacerdotes que, en los altares de sus iglesias, permiten a los imames celebrar el matrimonio mixto y gritar Alá akbar, Alá akbar, (como pasó, por ejemplo, en Turín).

Y por último, al Papa le pesa el hecho de ser el inmediato sucesor de otro Papa, el papa Wojtyla, que fue el primero en hablar de diálogo. Que con el comunismo y con la Unión Soviética utilizaba el puño de hierro, pero con el islam utilizaba el guante de terciopelo.Que invitaba a los imames a Asís. Que recibía en el Vaticano al ex terrorista y magnate de terroristas, Yasir Arafat. Y que nunca condenó directamente a Bin Laden.

Pues bien, Ratzinger quería mucho a Wojtyla. ¿Cómo se puede pretender, ahora, que, una vez vestido de blanco, emprenda otro camino y rechace el sueño del diálogo? Y sin embargo, confío en Ratzinger, en Benedicto XVI. Es demasiado inteligente para no darse cuenta de que el Despertar del islam está en marcha como en la época del Imperio Otomano, y que con su fundamentalismo ha asumido los contornos de un nuevo nazismo. Que dialogar o ilusionarse con poder dialogar con un nuevo nazismo equivale a cometer el mismo error que la Inglaterra de Chamberlain y la Francia de Daladier cometieron en 1938. Cuando, creyendo poder dialogar con Hitler, Francia e Inglaterra firmaron el Pacto de Munich y, un año después, se encontraron con Polonia invadida por los nazis.

Es un hombre realmente razonable, Benedicto XVI. Mire cómo afronta, por ejemplo, el irresoluble problema de conciliar la fe con la razón. Se da perfectamente cuenta de que el laicismo ha perdido el tren en su relación con el islam. Han creado un vacío que alguien tiene que llenar. Por eso creo que, antes o después, él lo llenará. Eso significa recordar a la intransigencia de la fe que la autodefensa es legítima defensa. No un pecado. Significa sostener que, cuando es necesario, incluso un santo puede dar un puñetazo en la mesa. Comportarse como Jesucristo que pierde la paciencia en el Templo y tira los puestos de los mercaderes y quizás les lanza también un puñetazo a la nariz. Y a mi juicio, significa elegir bien a los aliados. Para mí, atea-cristiana (devota no, pero cristiana sí), el cristianismo no es sólo una filosofía de primera calidad, un pensamiento en el que inspirarme, una raíz de la que no puedo, no debo y no quiero prescindir.Es también un aliado. Un compañero de ruta. Por lo tanto, también lo es el que lo interpreta a su máximo nivel. El que lo representa.

P.- ¿Qué opina de la guerra contra el terrorismo, capitaneada en estos momentos por EEUU?

R.- Mire, padre Andrzej. Un mes antes de que estallase la guerra en Irak escribí para el Wall Street Journal y para el Corriere della Sera un artículo titulado La Rabia, el Orgullo y la Duda donde decía: ‘¿Y si Irak se convirtiese en un segundo Vietnam? ¿Y si de la derrota de Sadam Husein naciese una República Islámica de Irak, es decir, una copia de la República Islámica del Irán jomeinista? La libertad y la democracia no se pueden regalar como dos trozos de chocolate. Especialmente, en un país y en una sociedad, que ignora el significado de esos conceptos. La libertad hay que conquistarla. Quizás me equivoque, pero yo dejaría a los iraquíes cocerse en su propia salsa’.

No sabe qué es la democracia

¿Me equivocaba? -se pregunta la veterana periodista-. Me temo que no. Es verdad que me encanta ver a Sadam Husein caído de su trono junto a su banda. Me satisface pensar, aunque sólo sea con una migaja de esperanza, que aunque ignoren lo que es la democracia muchos iraquíes fueron a votar. Pero, visto el precio que están pagando y que estamos pagando, vistos los muertos que a ambos nos cuesta, sigo pensando que habría sido mejor dejarlos cocer en su propia salsa. En Irak, Estados Unidos se ha empantanado, como se empantanó en Vietnam.

Y por si eso no fuese suficiente, el Irán de Jomeini se ha quitado la máscara, imponiendo sus centrales nucleares y eligiendo como presidente al torvo individuo que en Teherán dirigió el secuestro de los americanos de la embajada de EEUU. El petróleo aporta mucho dinero, y, con la ayuda de Irán, la República de Irak se torna un fardo cada vez más pesado.

Dicho esto, es decir admitiendo que ya se ha metido la pata, afirmo que atribuir el terrorismo a la guerra de Irak es un error e, incluso, un fraude para engañar a los tontos. El 11 de Septiembre no había estallado la guerra de Irak. La guerra que declaró oficialmente el 11 de Septiembre Osama bin Laden ya estaba en marcha. Desde hace décadas, los hijos de Alá venían atormentando a Europa, a Norteamérica y a Israel con sus matanzas. ¿Recuerda las que, también en Italia, sufrimos a manos de Habash y de Arafat?

Entiendo hacia dónde apunta su pregunta. Apunta al asunto de la retirada de tropas de Irak. Y le contesto: El terrorismo no cesará ni disminuirá imitando al irresponsable e insoportable Zapatero. Al contrario. Cada vez que un contingente se retira, Europa ofrece otra prueba de debilidad y de miedo.

P.- A su juicio, definir al islam como «una religión de paz» y decir que el Corán enseña la misericordia es una tontería. ¿Por qué?

R.- Porque, amén de 14 siglos de Historia (siglos durante los cuales el islam no hizo otra cosa que desencadenar guerras, es decir conquistar, someter y masacrar), lo dice el Corán. Es el Corán, y no mi tía, el que llama a los no musulmanes «perros infieles». Es el Corán, no mi tía, el que los acusa de oler como los simios y los camellos. Es el Corán, no mi tía, el que invita a sus secuaces a eliminarlos. A mutilarlos, a lapidarlos, a decapitarlos o, al menos, a degollarlos. De tal forma que, si en Arabia Saudí, te pillan con una cruz en el cuello, una estampita en la cartera o una Biblia en tu casa, terminas en la cárcel y quizás en el cementerio.

Hay que meterse en la cabeza esta sencilla, inequívoca e indiscutible verdad: todo lo que los musulmanes hacen contra nosotros y contra sí mismos está escrito en el Corán. Viene pedido y exigido por el Corán. La yihad o guerra santa. La violencia, el rechazo de la democracia y de la libertad. La alucinante servidumbre de la mujer. El culto a la muerte, el desprecio a la vida… Y no me responda como los zorros del islam moderado, no me diga que en el Corán hay versiones distintas y diversas. Por mucho que cambien las versiones, en todas ellas la esencia es la misma. No entiendo la deferencia con la que ustedes, los católicos, se refieren al Corán. Alá no tiene nada que ver con el Dios del cristianismo. Nada. No es un Dios bueno, no es un Dios padre. Es un Dios malo. Un Dios dueño. No trata a los seres humanos como hijos. Los trata como súbditos, como esclavos. Y no enseña a amar: enseña a odiar. No enseña a respetar: enseña a despreciar. No enseña a ser libres: enseña a obedecer.

El enemigo al que tratamos como amigo

Basta leer las suras sobre los «perros infieles» -apunta la periodista- para darse cuenta de ello. No, no. Nuestro primer enemigo no es Bin Laden. No es Al Zarqaui. No son los terroristas que cortan cabezas. Nuestro primer enemigo es ese libro. El libro que los ha intoxicado. Por eso digo que el diálogo con el islam es imposible y rechazo el cuento del islam moderado, es decir el islam que, de vez en cuando, se digna a condenar las matanzas, pero a la condena añade un pero. Por eso, la convivencia con el enemigo que tratamos como amigo es una quimera y la palabra «integración» es una mentira. Jurídicamente, de hecho, muchos son realmente nuestros conciudadanos. Gente nacida en Inglaterra, en Francia, en Italia, en España, en Alemania, en Holanda, en Polonia, etcétera. Individuos crecidos como ingleses, franceses, italianos, españoles, alemanes, holandeses, polacos… Que parecen realmente integrados en nuestra sociedad. Pero, al mismo tiempo, siguen tratando a sus mujeres (y también a las nuestras) como las tratan. Les pegan, las humillan y, a veces, las matan. Y cuando meten sus pies en la mezquita, se dejan de nuevo crecer la barba. Escuchan al imam que predica la yihad, estudian lo que es, aprenden de memoria el Corán y, ¡zas!, se convierten en aspirantes a terroristas y, después, en alumnos terroristas y después en militantes terroristas. Mientras los que no lo hacen, los llamados moderados, farfullan sus ambiguos pero.

Tras el 7-J de Londres

Padre Andrzej, las estadísticas siempre me han resultado antipáticas -afirma Fallaci-. Sin embargo, no se pueden ignorar y, según la encuesta realizada tras las matanzas de Londres por el Daily Telegraph, resulta que el 24% de los musulmanes ingleses admite ‘sentir simpatía por los sentimientos y los motivos que condujeron a la masacre del 7 de julio’. El 46% de los moderados comprende ‘por qué los terroristas se comportan de esa forma’. Y el 32% considera que ‘los musulmanes tienen que poner fin a la decadente civilización occidental’. El 14% confiesa ‘no sentir el deber de advertir a la policía si saben que se está preparando un atentado y, mucho menos, si un imam incita a la guerra santa». Por si no fuese suficiente, en un informe gubernamental, titulado The Next London Bombing, se deduce que en Gran Bretaña hay 16.000 musulmanes enrolados en actividades terroristas, y que la mitad de los jóvenes musulmanes entrevistados se dicen ‘ansiosos por pasar a la violencia para eliminar nuestra inmoral sociedad’.

Padre Andrzej, le fastidia oír ciertas cosas, ¿verdad? Le repugna ver en tantos huéspedes nuestros una nueva juventud hitleriana que aplica su Mein Kampf, ¿verdad? Y le parece excesivo que yo vea en ellos un peligro para Occidente y para el resto de la Humanidad, ¿verdad? Por eso le recuerdo que quienes instalaron el nazismo en Alemania y en Europa no fueron todos los alemanes. Fue la minoría de desalmados que miraba al profeta Hitler como los terroristas de hoy miran al profeta Mahoma.

Y si cree que es injusto echarle la culpa a una religión e, incluso, a un libro, piense en el chico americano que los marines capturaron con los talibán durante la Guerra de Afganistán. Americano, repito. Californiano. De Los Angeles, con la piel blanca como la clara del huevo y de educación laico cristiana. No era marroquí ni tunecino o saudí o senegalés o somalí. Pero un día ese chaval americano puso el pie en una mezquita y dijo a sus padres: ‘Mummy, daddy, quiero estudiar el Corán’. Después, se fue a Pakistán, aprendió el Corán de memoria, se hizo lavar el cerebro por los imames y terminó con los talibán en Kabul.

Padre Andrzej, ésta es mi respuesta a su última pregunta. Sé muy bien que, al dársela, refuerzo el riesgo de ir a la cárcel por delito de opinión enmascarado bajo la acusación de ‘vilipendio al Islam’. Sé bien que, junto a la cárcel, arriesgo la vida, es decir, desafío una vez más a la nueva Hitler-Jugend que quiere matarme. También sé que tampoco nosotros podemos presumir de santos. Que, en nuestra Historia, también nosotros hemos combinado las luces y las sombras. Pero hoy, el peligro no somos nosotros. Son ellos. Es su libro. Y dado que nadie lo dice, dado que alguien debe decirlo, lo digo yo.

25 JULIO 2004

La Rabia y el Orgullo (Oriana Fallaci)

http://tbn0.google.com/images?q=tbn:qXobDKJPp3O0SM:http://www.archimadrid.es/actbibliografica/2002/12/orianaFallaci.jpg
En La Rabia y el Orgullo, Fallaci compara al Islam a una "montaña que en mil cuatrocientos años no se ha movido, no ha salido del abismo de su ceguera, no ha abierto sus puertas a las conquistas de civilización, nunca ha querido saber sobre libertad y democracia y progreso. Para abreviar, no ha cambiado".

Ella advierte que "de Afganistán a Sudán, de Palestina a Pakistán, de Malasia a Irán, de Egipto a Irak, de Argelia a Senegal, de Siria a Kenya, de Libia a Chad, de Líbano a Marruecos, de Indonesia a Yemen, de Arabia Saudita a Somalia, el odio por Occidente es como un fuego alimentado por el viento. Y los seguidores del fundamentalismo islámico se multiplican como los protozoos de una célula que se dividen en dos células primero, luego en cuatro, ocho, dieciséis, treinta y dos, hasta el infinito."

La Rabia y El Orgullo está cosechando ventas inesperadas y ultrajantes para ciertos sectores de la sociedad. En Francia, una agrupación musulmana se ha querellado contra la autora, Oriana Fallaci ya que, según alega, el libro es decididamente racista.
Lo que entienden estos señores por racismo es un tanto discutible. Algo similar espetaron a Salman Rushdie y después, fíjense por dónde, con una fatwa intentaron acabar con su vida. ¿Racista por considerar que existe una amenaza y llamarla por su nombre: Islam?
Como el libro no es un sesudo estudio de las costumbres y prácticas perversas de los países cuya religión es el Islam, sino un genial ensayo donde las palabras a veces son duras y cortantes, la obra hace mucha más mella de lo que cualquiera podía prever.

En un mundo infestado del movimiento políticamente correcto, donde no hay verdades absolutas y donde todas las culturas se consideran iguales, cualquiera que se atreva a poner en duda estos principios puede salir mal parado.
Ese es el caso de Fallaci. que habla alto y claro, señalando, por ejemplo, que en la cultura islámica, -las mujeres cuentan menos que los camellos- y se aplica -la pena de muerte para quien consume bebidas alcohólicas-. ¿Fuerte, no?... pero cierto.

La religión islámica, para Fallaci, es terrorista porque defiende la guerra santa contra los no musulmanes, aparte de imponer severas sanciones e incluso mutilaciones para los infieles que incumplen la ley divina.
Resulta dramático el relato de la entrevista con Jomeini: Se libró por muy poco de que le cortaran los dedos... (y sólo por llevar pintadas las uñas)!Las ejecuciones también son relatadas con crudeza.
Mujeres adúlteras ejecutadas de un disparo a quemarropa y sin juicio previo.
Descripciones de inauditos encarcelamientos como el del peluquero que fue a la cárcel por abrir su peluquería... para peinar a la autora.
El horror de las hordas de fanáticos destruyendo "iglesias, quemando crucifijos, orinando en los altares, apropiándose de Beirut".

Así que Fallaci, tras describir el horror, se enciende contra quienes "pretenden cambiar nuestro sistema de vida, nuestros principios, nuestros valores" y con rotundidad afirma que "en Europa no hay sitio para los muecines, los falsos abstemios ,el maldito chador y el aún más el jodido burkah".

El libro da mucho más juego. Se lee muy rápidamente y despierta el interés porque su cuchilla de Ockham es muy afilada. Tanto, que los políticamente correctos quedan espantados, no sólo por las críticas que Fallaci dispensa al Islam, sino sobre todo por los piropos que a estos pseudo-progres les dedica: "besan los pies de los invasores y crucifican a los defensores" y "en nombre del Humanitarismo absuelven a los delincuentes y condenan a las víctimas, lloran por los Talibanes y escupen contra los americanos, les perdonan todo a los palestinos y nada a los israelíes".

Con este extraordinario relato, Oriana Fallaci rompe un silencio de décadas. La más célebre escritora italiana vive gran parte del año en Manhattan totalmente aislada. Pero el destino quiso que, el 11 de septiembre, el Apocalipsis se abriese a poca distancia de su casa. En estas páginas plasma qué sintió. Ideas fuertes. Ideas para razonar y reflexionar.

Me pides que hable, esta vez. Me pides que rompa, al menos esta vez, el silencio por el que he optado y que, desde hace años, me he impuesto para no mezclarme con las chicharras. Y lo hago. Porque he sabido que, incluso en Italia, algunos se alegraron, como aquella tarde se alegraron en televisión los palestinos de Gaza. «¡Victoria, victoria!». Hombres, mujeres y niños. Siempre que se pueda seguir definiendo como hombre, mujer o niño al que hace una cosa así.

He sabido que algunas chicharras de lujo, políticos o supuestos políticos, intelectuales o supuestos intelectuales, amén de otros individuos que no merecen la calificación de ciudadanos, se comportan sustancialmente de la misma forma. Dicen: «Les está bien empleado a los americanos».

Me siento muy, muy indignada. Indignada con una rabia fría, lúcida y racional. Una rabia que elimina cualquier atisbo de distanciamiento o de indulgencia. Una rabia que me invita a responderles y, sobre todo, a escupirles. Les escupo a todos ellos. Indignada como yo, la poetisa afroamericana Maya Angelou, rugió también: «Be angry.
It's good to be angry, it's healthy» (Indignaos. Es bueno estar indignados. Es sano). No sé si indignarme es saludable para mí.

Pero sé que no les sentará bien a ellos, a los que admiran a Osama bin Laden, a los que le expresan comprensión, simpatía o solidaridad. Con tu petición se ha encendido un detonante, que hace mucho tiempo que quiere explotar. Ya lo verás.

Me pides que cuente cómo he vivido yo este Apocalipsis. Que escriba, en suma, mi testimonio. Ahí va. Estaba en casa. Mi casa está situada en el centro de Manhattan y, a las nueve en punto, tuve la sensación de un peligro inminente que quizás no me alcanzase, pero que ciertamente me iba a afectar profundamente.

Era la sensación que se siente en la guerra, durante el combate, cuando con todos los poros de tu piel sientes las balas o el cohete que silba, estiras las orejas y gritas al que está a tu lado: «¡Down! ¡Get down!» (¡Al suelo. Echate al suelo!). Tardé un poco en reaccionar. ¡No estaba ni en Vietnam ni en una de las numerosas y horribles guerras que, desde la II Guerra Mundial, han atormentado mi vida! Estaba en Nueva York, caramba, una maravillosa mañana de septiembre del año 2001.

Pero la sensación siguió apoderándose de mí, inexplicable, y entonces hice lo que no suelo hacer nunca por la mañana. Encendí la televisión. El sonido no funcionaba, pero la pantalla, sí. Y en todos los canales, aquí hay casi 100 canales, veía una Torre del World Trade Center que ardía como una gigantesca cerilla. ¿Un cortocircuito? ¿Una avioneta estrellada contra la Torre? ¿O un atentado terrorista planeado? Casi paralizada, permanecí fija ante la pantalla y, mientras la miraba fijamente y me planteaba esas tres preguntas, apareció un avión. Blanco y grande. Un avión de línea. Volaba bajísimo. Y volando bajísimo se dirigía hacia la segunda Torre como un bombardero que apunta a su objetivo y se arroja sobre él.
Entonces me di cuenta de lo que estaba pasando. Me di cuenta, porque, en ese mismo momento, volvió la voz a mi tele, transmitiendo un coro de gritos salvajes. Realmente salvajes: «¡Oh God, oh, God, God, God, Gooooooood!». Y el avión penetró en la segunda Torre como un cuchillo que corta un trozo de mantequilla.

TROZO DE HIELO

Eran las nueve y cuarto. Y no me pidas que recuerde lo que sentí durante aquellos 15 minutos. No lo sé, no lo recuerdo. Era como un trozo de hielo. Incluso mi cerebro estaba helado. Ni siquiera recuerdo si algunas cosas las vi sobre la primera o sobre la segunda Torre. La gente que, para no morir abrasada viva, se lanzaba por las ventanas desde el piso 80 ó 90, por ejemplo. Rompían los cristales de las ventanas y se lanzaban al vacío como si se lanzasen de un avión en paracaídas, y caían lentamente. Agitando las piernas y los brazos, nadando en el aire. Sí, parecía que nadaban en el aire. Y no acababan de llegar abajo. Hacia el piso 30, aceleraban. Se ponían a gesticular, desesperados, supongo que arrepentidos, como si gritasen «Help, help». Y quizás lo gritasen de verdad. Por fin, caían en el suelo y paf.

Mira, pensaba estar vacunada contra todo y, esencialmente, lo estoy. Ya nada me sorprende. Ni siquiera cuando me indigno y me irrito. Pero en la guerra siempre vi a gente que muere asesinada. Nunca había visto a gente que muere matándose, es decir, lanzándose sin paracaídas del piso 80, 90 ó 100. Además, en la guerra siempre vi trastos que explotan en abanico. En la guerra siempre oí un gran ruido. En cambio, las dos Torres no explotaron. La primera implosionó y se tragó a sí misma. La segunda, se fundió, se disolvió. Por el calor se disolvió como un trozo de mantequilla al fuego. Y todo sucedió, o al menos así me pareció a mí, en medio de un silencio de tumba. ¿Es posible? ¿Reinaba realmente ese silencio o estaba dentro de mí?

Tengo que decirte también que, en la guerra, siempre vi un número limitado de muertes. Cada combate, 200 ó 300 muertos. Como máximo, 400. Como en Dak To, en Vietnam. Y cuando terminó la batalla y los americanos se pusieron a rescatar a sus heridos y a contar a sus muertos, no podía dar crédito a mis ojos. En la matanza de Ciudad de México, aquélla en la que incluso a mí me hirió una bala, recogieron al menos 800 muertos. Y, cuando creyéndome muerta, me llevaron al tanatorio, los cadáveres que había a mi alrededor me parecían un diluvio.

Pues bien, en las dos Torres trabajaban casi 50.000 personas. Y pocos tuvieron el tiempo suficiente para salir de ellas. Los ascensores no funcionaban, obviamente, y para bajar a pie desde los últimos pisos se tardaba una eternidad. Siempre que se lo permitiesen las llamas. Jamás sabremos el número exacto de muertos. ¿40.000, 45.000...? Los americanos no lo dirán jamás. Para no subrayar la intensidad de este Apocalipsis. Para no dar una satisfacción más a Osama bin Laden e incentivar otros apocalipsis.

Y además, los dos abismos que han absorbido a decenas de miles de criaturas son demasiado profundos. Como máximo, los operarios desenterrarán trozos de miembros esparcidos por todas partes. Una nariz aquí y un brazo, allá. O una especie de barro, que parece café machacado, y que es, en realidad, materia orgánica. Los residuos de los cuerpos que en un momento quedan reducidos a polvo. El alcalde Giuliani envió otros 10.000 sacos. Pero no los utilizaron.

¿Qué siento por los kamikazes que murieron con ellos? Ningún respeto. Ninguna piedad. Ni siquiera piedad. Yo que, casi siempre, termino cediendo a la piedad. A mí, los kamikazes, es decir, los tipos que se suicidan para matar a los demás, siempre me parecieron antipáticos, comenzando por los japoneses de la II Guerra Mundial.

Sólo los consideré beneficiosos para bloquear la llegada de las tropas enemigas, prendiendo fuego a la pólvora y saltando por los aires con la ciudad, en Turín. Nunca los consideré soldados. Y mucho menos los considero mártires o héroes, como aullando y escupiendo saliva me los definió Arafat en 1972, cuando lo entrevisté en Amán, el lugar donde sus mariscales entrenaban incluso a los terroristas de la Beider-Meinhoff.

KAMIKAZES

Los considero tan sólo vanidosos. Vanidosos que, en vez de buscar la gloria a través del cine, de la política o del deporte, la buscan en la muerte propia y en la de los demás. Una muerte que, en vez del Oscar, de la poltrona ministerial o del título de Liga, les procurará (o eso creen) admiración. Y, en el caso de los que rezan a Alá, un lugar en el paraíso del que habla el Corán: el paraíso donde los héroes gozan de las huríes.

Son incluso vanidosos físicamente. Tengo ante mis ojos la fotografía de dos kamikazes de los que hablo en mi libro Insciallah, la novela que comienza con la destrucción de la base americana (más de 400 muertos) y de la base francesa (más de 350 muertos) en Beirut. Se habían hecho sacar esta foto antes de ir a morir y, antes de dirigirse a la muerte, habían pasado por el peluquero. ¡Qué buen corte de pelo! ¡Qué bigotes engominados, qué barbas tan bien recortadas, qué patillas tan bien igualadas...!

¡Cómo me gustaría poder decirle cuatro cosas bien dichas al señor Arafat! Entre él y yo no hay buen feeling. Nunca me perdonó ni las repetidas diferencias de opinión que tuvimos durante aquel encuentro ni el juicio que hice sobre él en mi libro Entrevista con la historia. Y por mi parte, tampoco le he perdonado nada. Ni siquiera el que un periodista italiano, que se presentó ante él imprudentemente diciendo que era «amigo mío», se encontrase al instante con una pistola apuntándole al corazón. No nos volvimos a ver más. Pecado. Porque, si lo volviese a ver de nuevo, o mejor dicho, si me concediese audiencia, le gritaría en las narices quiénes son los mártires y los héroes.

Le gritaría: Ilustre señor Arafat, los mártires son los pasajeros de los cuatro aviones secuestrados y transformados en bombas humanas. Entre ellos, la niña de cuatro años que se desintegró en el interior de la segunda Torre. Ilustre señor Arafat, los mártires son los empleados que trabajaban en las dos Torres y en el Pentágono. Ilustre señor Arafat, los mártires son los bomberos muertos por intentar salvarlos. ¿Y sabe usted quiénes son los héroes? Son los pasajeros del vuelo que iba a estrellarse contra la Casa Blanca y que se estrelló en un bosque de Pensilvania, porque se rebelaron contra los terroristas.


Ellos sí que están en el paraíso, ilustre señor Arafat. La desgracia es que ahora sea usted el jefe de Estado ad perpetuum, que se comporta como un monarca, que visita al Papa y afirma que el terrorismo no le gusta y manda condolencias a Bush. Y quizás con su camaleónica capacidad para desmentirse, sería capaz de responderme que tengo razón. Pero cambiemos de disco. Como todo el mundo sabe, estoy muy enferma y, hablando de Arafat, me sube la fiebre.

Prefiero hablar de la invulnerabilidad que muchos en Europa atribuían a Estados Unidos. ¿Qué tipo de invulnerabilidad? Cuanto más democrática y abierta es una sociedad, más expuesta está al terrorismo. Cuanto más libre es un país y menos gobernado está por un régimen policial, más sufre o se arriesga a sufrir las matanzas que durante tantos años se produjeron en Italia, en Alemania y en otras zonas de Europa. Y ahora tienen lugar, agigantadas, en Norteamérica. No en vano los países no democráticos, gobernados por regímenes policiales, han albergado y financiado y ayudan a los terroristas.

Por ejemplo, la Unión Soviética, los países satélites de la Unión Soviética y la China Popular. La Libia de Gadafi, Irak, Irán, Siria, el Líbano arafatiano, el propio Egipto, la propia Arabia Saudí, el propio Pakistán, obviamente Afganistán y todas las regiones musulmanas de Africa. En los aeropuertos y en los aviones de esos países siempre me he sentido segura. Serena como un recién nacido que duerme plácidamente. Lo único que temía era ser arrestada porque ponía a parir a los terroristas.

En cambio, en los aeropuertos y en los aviones europeos siempre me he sentido nerviosilla. Y en los aeropuertos y en los aviones americanos, realmente nerviosa. Y en Nueva York, dos veces más nerviosa. En Washington, no. Debo admitirlo. Realmente no me esperaba el avión contra el Pentágono.

A mi juicio, en suma, nunca ha sido un problema de si, sino un problema de cuándo. ¿Por qué crees que el martes por la mañana mi subconsciente me lo advirtió con una profunda inquietud y una rara sensación de peligro? ¿Por qué crees que, contrariamente a mis costumbres, encendí el televisor? ¿Por qué crees que entre las tres cuestiones que me planteaba mientras ardía la primera Torre y la voz de mi tele no funcionaba, estaba la del atentado? ¿Y por qué crees que apenas aparecido en pantalla el segundo avión lo comprendí todo?

Por ser Estados Unidos el país más potente del mundo, el más rico, el más poderoso, el más moderno, cayeron casi todos en esa insidia. A veces, incluso los propios americanos. Y es que la invulnerabilidad de Norteamérica nace precisamente de su fuerza, de su riqueza, de su potencia, de su modernidad. Es la habitual historia del pez que se muerde la cola.

Nace también de su esencia multiétnica, de su liberalidad, de su respeto por los ciudadanos y por los huéspedes. Por ejemplo, cerca de 24 millones de americanos son árabes-musulmanes. Y cuando un Mustafá o un Mohamed viene, por ejemplo de Afganistán, a visitar a un tío, nadie le prohíbe apuntarse a una escuela para aprender a pilotar un 757. Nadie le prohíbe inscribirse en una universidad (una costumbre que espero que cambie) para estudiar química y biología, las dos ciencias necesarias para desencadenar una guerra bacteriológica. Nadie. Ni siquiera si el Gobierno teme que el hijo de Alá secuestre un 757 o eche un puñado de bacterias en el depósito de agua y desencadene una hecatombe. (Digo si, porque, esta vez, el Gobierno no sabía nada y el papelón de la CIA y del FBI no tiene parangón. Si fuese el presidente de Estados Unidos los echaría a todos a patadas en el culo por cretinos).

SIMBOLOS

Y dicho esto, volvamos al razonamiento inicial. ¿Cuáles son los símbolos de la fuerza, de la riqueza, de la potencia de la modernidad americana? No son el jazz y el rock and roll, el chicle o la hamburguesa, Broadway o Hollywood. Son sus rascacielos. Su Pentágono. Su ciencia. Su tecnología. Esos rascacielos impresionantes, tan altos, tan bellos que, al alzar los ojos, casi olvidas las pirámides y los divinos palacios de nuestro pasado. Esos aviones gigantescos, exagerados, que se utilizan como en otro tiempo se utilizaban los veleros y los camiones, porque todo se mueve a través de los aviones. Todo. El correo, el pescado fresco y nosotros mismos (no olvidemos que la guerra aérea la inventaron ellos. O al menos la guerra aérea desarrollada hasta la histeria).

Ese terrible Pentágono, esa fortaleza que da miedo sólo con mirarla. Esa ciencia omnipresente y casi omnipotente. Esa extraordinaria tecnología que, en pocos años, cambió por completo nuestra vida cotidiana, nuestra milenaria manera de comunicarnos, comer y vivir. ¿Y dónde les ha golpeado el reverendo Osama bin Laden? En los rascacielos y en el Pentágono. ¿Cómo? Con los aviones, con la ciencia, con la tecnología.

By the way. ¿Sabes qué es lo que más me impresiona de este triste millonario, de este fallido playboy que, además de cortejar a las princesas rubias y retozar en los night club (como hacía en Beirut, cuando tenía 20 años), se divierte matando a la gente en nombre de Mahoma y de Alá? El hecho de que su desmesurado patrimonio provenga también de los beneficios de una Corporation especializada en demoliciones y que él mismo sea un experto demoledor. La demolición es una especialidad americana.

Cuando nos vimos, te noté casi sorprendido de la heroica eficacia y de la admirable unidad con la que los americanos han afrontado este Apocalipsis. Pues, sí. A pesar de los defectos que continuamente se le echan en cara, y que yo misma les echo en cara (aunque los de Europa y, especialmente, los de Italia son todavía peores), Estados Unidos es un país que tiene grandes cosas que enseñarnos.

A propósito de la heroica eficacia, déjame levantar una peana para el alcalde de Nueva York. Ese Rudolph Giuliani al que nosotros, los italianos, deberemos dar gracias de rodillas. Porque tiene un apellido italiano y es de origen italiano y está quedando como un héroe ante todo el mundo. Es una gran, un grandísimo alcalde, Rudolph Giuliani. Te lo dice una que nunca está contenta por nada y con nadie, comenzando por sí misma.

Es un alcalde digno de otro grandísimo alcalde con apellido italiano, Fiorello La Guardia, a cuya escuela deberían ir muchos de nuestros alcaldes. Tendrían que presentarse humildemente, incluso con ceniza en la cabeza, ante él para preguntarle: «Sor Giuliani, por favor, dígame cómo se hace». El no delega sus deberes en el prójimo, no. No pierde tiempo en tonterías ni en medrajes personales. No se divide entre el cargo de alcalde y el de ministro o diputado. (¿Hay alguien que me esté escuchando en las tres ciudades de Stendhal, es decir, en Nápoles, en Florencia y en Roma?).

Llegó instantes después de la catástrofe, entró en el segundo rascacielos y corrió el peligro de transformarse en cenizas como los demás. Se salvó por los pelos y por casualidad. Y al cabo de cuatro días, volvió a poner en pie la ciudad. Una ciudad que tiene nueve millones y medio de habitantes y casi dos sólo en Manhattan. Cómo lo hizo, no lo sé. Está enfermo, como yo, el pobre. El cáncer que va y viene, le ha mordido también a él. Y, como yo, hace como si estuviese sano y sigue trabajando. Pero yo trabajo en una mesa, caramba, y sentada.

El, en cambio... Parecía un general de ésos que participan directamente en la batalla. Un soldado que se lanza al ataque con la bayoneta calada. «Adelante, vamos, vamos, arriba. Vamos a salir de esto lo más pronto posible». Pero podía hacer eso, porque la gente era, es, como él. Gente sin vanidad y sin pereza, habría dicho mi padre, y con cojones. En cuanto a la admirable capacidad de unirse, a la forma de cerrar filas de una manera casi marcial con la que los estadounidenses responden a las desgracias y al enemigo, pues, tengo que decirte que me ha sorprendido incluso a mí.

Sabía, sí, que esa capacidad había explotado en los tiempos de Pearl Harbor, cuando el pueblo se fundió en torno a Roosevelt y Roosevelt entró en guerra contra la Alemania de Hitler, la Italia de Mussolini y el Japón de Hiro Hito. La había advertido, sí, después del asesinato de Kennedy. Pero después de todo esto, había venido la Guerra de Vietnam, la lacerante división ocasionada por la Guerra de Vietnam y, en cierto sentido, esa guerra me había recordado su Guerra Civil de hace siglo y medio

Por eso, cuando vi a blancos y negros llorar abrazados, y digo bien abrazados, cuando vi a demócratas y republicanos cantar abrazados God bless America, cuando les vi olvidarse de todas sus diferencias, me quedé de piedra. Lo mismo me pasó cuando oí a Bill Clinton (una persona hacia la cual nunca sentí ternura alguna) declarar: «Apretémonos en torno a Bush, tened confianza en nuestro presidente». Y lo mismo me pasó cuando esas mismas palabras fueron repetidas con fuerza por su mujer, Hillary, ahora senadora por el estado de Nueva York. Y cuando fueron reiteradas por Lieberman, el ex candidato demócrata a la Vicepresidencia (sólo el desaparecido Al Gore permaneció escuálidamente callado). Y cuando el Congreso votó por unanimidad aceptar la guerra y castigar a los responsables.

¡Ojalá Italia aprendiese esta lección! Está tan dividida nuestra Italia. ¡Es un país tan lleno de facciones y tan envenenado por sus mezquindades tribales! En Italia, se odian incluso en el seno del mismo partido. No consiguen estar juntos ni siquiera cuando tienen el mismo emblema, el mismo distintivo. Celosos, llenos de bilis, vanidosos y mezquinos, sólo piensan en sus propios intereses personales. En la propia carrera, en la propia gloria, en la propia popularidad de periferia. Por los propios intereses personales se desprecian, se traicionan, se acusan y se escupen...

Estoy absolutamente convencida de que, si Osama bin Laden hiciese saltar por los aires la Torre de Giotto o la Torre de Pisa, la oposición le echaría la culpa al Gobierno. Y el Gobierno se la echaría a la oposición. Y los jefecillos del Gobierno y de la oposición se las echarían a sus propios compañeros y camaradas de partido. Y dicho esto, déjame que te explique de dónde nace la capacidad de unirse que caracteriza a los americanos.

Nace de su patriotismo. No sé si en Italia habéis visto y entendido qué pasó en Nueva York cuando Bush fue a dar las gracias a los operarios (y operarias) que excavan entre los escombros de las dos Torres intentando encontrar algún superviviente y sólo extraen narices y dedos. Y sin embargo, no ceden. Sin resignarse y si les preguntas cómo lo hacen, te responden: «I can allow myself to be exhausted, not to be defeated» (Puedo permitirme estar exhausto, pero no estar derrotado). Todos. Jóvenes, jovencísimos, viejos y de mediana edad. Blancos, negros, amarillos, marrones y violetas...

¿Los habéis visto o no? Mientras Bush les daba las gracias, ellos no paraban de agitar sus banderitas americanas, levantar el puño cerrado y rugir: «USA, USA, USA». En un país totalitario, habría pensado: «¡Qué bien se lo ha montado el poder!». En Norteamérica, no. En Estados Unidos, estas cosas no se organizan. No se manipulan ni se ordenan. Especialmente en una metrópoli desencantada como Nueva York y con operarios como los operarios de Nueva York.

Son grandes tipos los operarios de Nueva York. Más libres que el viento. No se les puede manipular. No obedecen ni a sus sindicatos. Pero si le tocas la bandera, si le tocas la patria... En inglés, no existe la palabra patria. Para decir patria hay que unir dos palabras. Father Land, Tierra de los Padres. Mother Land, Tierra Madre. Native Land, Tierra Nativa. O decir simplemente My country, mi país. Pero sí existe el sustantivo patriotismo. Y exceptuando Francia, no me imagino un país más patriótico que Estados Unidos. ¡Me emocioné tanto viendo a esos operarios apretando el puño y enarbolando las banderitas mientras rugían USA, USA, USA, sin que nadie se lo mandase!

HUMILLACION

Y sentí también una especie de humillación. Porque no me puedo imaginar a los operarios italianos enarbolando la bandera tricolor y rugiendo Italia, Italia, Italia. En las manifestaciones y en los comicios he visto enarbolar muchas banderas rojas. Ríos y lagos de banderas rojas. Pero siempre he visto enarbolar muy pocas banderas tricolores. Mal dirigidos o tiranizados por una izquierda arrogante y devota de la Unión Soviética, las banderas tricolores se las han dejado siempre a los adversarios. Y tengo que decir que tampoco los adversarios han hecho muy buen uso de ella, pero, al menos no la han despreciado, gracias a Dios. Y lo mismo digo de los que van a misa.

En cuanto al patán con la camisa verde y la corbata verde, ni siquiera sabe cuáles son los colores de la tricolor y estaría encantado de retrotraernos a la guerra entre Florencia y Siena. Resultado: hoy, la bandera italiana se ve sólo en las Olimpiadas, si, por casualidad, se gana una medalla. Peor aún: se ve sólo en los estadios, cuando hay un partido de fútbol internacional. Unica ocasión, también, en la que se puede oír el grito de Italia, Italia.

Hay, pues, una gran diferencia entre un país en el que la bandera de la patria es enarbolada por los gamberros en los estadios, y un país en el que la enarbola el pueblo entero. Por ejemplo, los operarios irreductibles que excavan entre las ruinas para sacar alguna oreja o alguna nariz de las criaturas masacradas por los hijos de Alá. O para recoger esa especie de café molido, que es lo único que queda de los fallecidos.

El hecho es que América es un país especial, mi querido amigo. Un país al que hay que envidiar, del que hay que estar celosos, por cosas que nada tienen que ver con su riqueza, etc. Es un país envidiable porque ha nacido de una necesidad del alma, la necesidad de tener una patria, y de la idea más sublime que el hombre haya concebido jamás: la idea de la libertad, o de la libertad esposada con la idea de la igualdad. Es un país envidiable porque, en aquella época, la idea de libertad no estaba de moda. Y mucho menos, la de igualdad. Sólo hablaban de ellas algunos filósofos llamados ilustrados. Estos conceptos sólo se encontraban en un carísimo libraco llamado Enciclopedia.

Y aparte de los escritores y demás intelectuales, aparte de los príncipes y de los señores que tenían dinero para comprar el libraco o los libros que habían inspirado el libraco, ¿quién sabía algo de la Ilustración? ¡No era algo que se pudiese comer la Ilustración! Ni siquiera hablaban de la libertad y de la igualdad los revolucionarios de la Revolución Francesa, dado que dicha Revolución comenzó en 1789, es decir, 13 años después de la Revolución Americana, que comenzó en 1776. (Otra particularidad que ignoran o fingen olvidar los del «qué bien empleado les está a los americanos». ¡Raza de hipócritas!).

Es un país especial, un país envidiable, además, porque aquella idea es entendida y asumida por ciudadanos a menudo analfabetos o con poca instrucción. Los ciudadanos de las colonias americanas. Y porque es materializada por un pequeño grupo de líderes extraordinarios, por hombres de una gran cultura y de una gran calidad. The Founding Fathers, los Padres Fundadores, los Benjamin Franklin, los Thomas Jefferson, los Thomas Paine, los John Adams, los George Washington, etc. ¡Gente muy distinta de los abogaduchos (como justamente los llamaba Vittorio Alfieri) de la Revolución Francesa! ¡Gente muy diferente de los sombríos e histéricos verdugos del Terror, los Marat, los Danton, los Saint Just y los Robespierre!

Los Padres Fundadores eran tipos que conocían el griego y el latín como nunca lo conocerán los profesores italianos de griego y latín (si es que existen todavía). Tipos que en griego habían leído a Aristóteles y a Platón y que, en latín, se habían leído a Séneca y a Cicerón. Y que se habían estudiado los principios de la democracia griega más que los marxistas de mi época estudiaban la teoría de la plusvalía (si es que realmente se la estudiaban).

Jefferson conocía incluso el italiano (le llamaba toscano). En italiano hablaba y leía con gran facilidad. De hecho, junto con las 2.000 vides, los 1.000 olivos y los cuadernos de música que escaseaban en Virginia, el florentino Filippo Mazzei, en 1774, le llevó varias copias de un libro escrito por un tal Cesare Beccaria titulado De los delitos y de las penas.

Por su parte, el autodidacta Franklyn era un genio. Científico, impresor, editor, escritor, periodista, político e inventor. En 1752, descubrió la naturaleza eléctrica del rayo e inventó el pararrayos. Casi nada. Con estos líderes extraordinarios, con estos hombres de gran calidad, en 1776, los ciudadanos, a menudo analfabetos o poco instruidos, se rebelaron contra Inglaterra. Hicieron la Guerra de la Independencia y la Revolución Americana.

LIBERTAD E IGUALDAD

Y a pesar de los fusiles y de la pólvora, a pesar de los muertos que conlleva toda guerra, no hicieron una guerra con los ríos de sangre de la futura Revolución Francesa. No la hicieron con la guillotina ni con las matanzas de La Vendée. La hicieron con un pergamino que, junto a la necesidad del alma (la necesidad de tener una patria), concretaba la sublime idea de la libertad o de la libertad esposada con la igualdad. La Declaración de la Independencia.

«We hold these truths to be self-evident... Consideramos evidente esta realidad. Que todos los hombres son creados iguales. Que son dotados por el Creador de ciertos derechos inalienables. Que, entre estos derechos, está el derecho a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad. Que para asegurar estos derechos los hombres deben instituir gobiernos...».

Y ese pergamino, que desde la Revolución Francesa en adelante todos hemos bien o mal copiado o en el que nos hemos inspirado, constituye todavía la espina dorsal de Estados Unidos. La linfa vital de esta nación. ¿Sabes por qué? Porque transforma a los súbditos en ciudadanos. Porque transforma a la plebe en pueblo. Porque la invita o la exige a gobernarse, expresar su propia individualidad, buscar su propia felicidad.

Todo lo contrario de lo que hacía el comunismo, prohibiendo a la gente rebelarse, gobernarse, expresarse y colocando a Su Majestad el Estado en el trono que antes habían ocupado los reyes. «El comunismo es un régimen monárquico, una monarquía de viejo cuño. Por eso, le corta los cojones a los hombres. Y cuando a un hombre se le cortan los cojones, ya no es un hombre», decía mi padre. Decía también que, en vez de rescatar a la plebe, el comunismo convertía a todos en plebe y mataba a todos de hambre.

A mi juicio, Estados Unidos rescata a la plebe. Son todos plebeyos en Norteamérica. Blancos, negros, amarillos, marrones, violetas, estúpidos, inteligentes, pobres y ricos. Incluso los más plebeyos son precisamente los ricos. En la mayoría de los casos, son maleducados y groseros. Se ve rápidamente que no son nada refinados y que no se apañan con el buen gusto o la sofisticación. A pesar del dinero que se gastan en vestirse, por ejemplo, son tan poco elegantes que, a su lado, la reina de Inglaterra parece chic. Pero están rescatados. Y en este mundo no hay nada más fuerte y más potente que la plebe rescatada. Te rompes siempre los cuernos contra la plebe rescatada.

Y contra Estados Unidos se han roto siempre todos los cuernos. Ingleses, alemanes, mexicanos, rusos, nazis, fascistas y comunistas. Por último se los han roto incluso los vietnamitas que, después de su victoria, han tenido que pactar con ellos, de tal forma que, cuando un ex presidente de Estados Unidos va a hacerles una visita, tocan el cielo con un dedo. «Bienvenido señor presidente, bienvenido señor presidente». Con los hijos de Alá el conflicto será duro. Muy duro y muy largo. A no ser que el resto de Occidente decida ayudar, razone un poco y les eche una mano.

No estoy hablando, como es obvio, a las hienas que se relamen viendo las imágenes de las matanzas y se burlan diciendo «qué bien les está a los americanos». Estoy hablando a las personas que, sin ser estúpidas ni tontas, están sumidas todavía en la prudencia y en la duda. Y a esas les digo: ¡Despertaos, por favor, despertaos de una vez! Intimidados como estáis por el miedo de ir a contracorriente, es decir de parecer racistas (palabra totalmente inapropiada, porque el discurso no es sobre una raza, sino sobre una religión), no os dais cuenta o no queréis daros cuenta de que estamos ante una cruzada al revés.

Habituados como estáis al doble juego, afectados como estáis por la miopía, no entendéis o no queréis entender que estamos ante una guerra de religión. Querida y declarada por una franja del Islam, pero, en cualquier caso, una guerra de religión. Una guerra que ellos llaman yihad. Guerra santa. Una guerra que no mira a la conquista de nuestro territorio, quizás, pero que ciertamente mira a la conquista de nuestra libertad y de nuestra civilización. Al aniquilamiento de nuestra forma de vivir y de morir, de nuestra forma de rezar o de no rezar, de nuestra manera de comer, beber, vestirnos, divertirnos o informarnos...

No entendéis o no queréis entender que si no nos oponemos, si no nos defendemos, si no luchamos, la yihad vencerá. Y destruirá el mundo que, bien o mal, hemos conseguido construir, cambiar, mejorar, hacer un poco más inteligente, menos hipócrita e, incluso, nada hipócrita. Y con la destrucción de nuestro mundo destruirá nuestra cultura, nuestro arte, nuestra ciencia, nuestra moral, nuestros valores y nuestros placeres... ¡Por Jesucristo!

¿No os dais cuenta de que los Osama bin Laden se creen autorizados a mataros a vosotros y a vuestros hijos, porque bebéis vino o cerveza, porque no lleváis barba larga o chador, porque vais al teatro y al cine, porque escucháis música y cantáis canciones, porque bailáis en las discotecas o en vuestras casas, porque veis la televisión, porque vestís minifalda o pantalones cortos, porque estáis desnudos o casi en el mar o en las piscinas y porque hacéis el amor cuando os parece, donde os parece y con quien os parece? ¿No os importa nada de esto, estúpidos? Yo soy atea, gracias a Dios. Pero no tengo intención alguna de dejarme matar por serlo.

Lo vengo diciendo desde hace 20 años. Desde hace 20 años. Con cierta moderación, pero con la misma pasión, hace 20 años escribí sobre este asunto un artículo de fondo en el Corriere della Sera. Era el artículo de una persona acostumbrada a estar con todas las razas y todos los credos, de una ciudadana acostumbrada a combatir contra todos los fascismos y todas las intolerancias, de una laica sin tabúes. Pero era también el artículo de una persona indignada con los que no olían el tufo de una guerra santa que se acercaba y contra los que les perdonaban demasiado a los hijos de Alá.

CULTURA

Hacía en dicho artículo un razonamiento que sonaba, más o menos, así, hace 20 años: «¿Qué sentido tiene respetar a quien no nos respeta? ¿Qué sentido tiene defender su cultura o su presunta cultura, cuando ellos desprecian la nuestra? Yo quiero defender nuestra cultura y les informo que Dante Alighieri me gusta más que Omar Khayan». Se abrieron los cielos. Me crucificaron. «¡Racista, racista!».

Fueron los propios progresistas (en aquella época se llamaban comunistas) los que me crucificaron. El mismo insulto me lo dedicaron cuando los soviéticos invadieron Afganistán. ¿Recuerdan a aquellos barbudos con sotana y turbante que antes de disparar los morteros, elevaban preces al Señor? «¡Allah akbar! ¡Allah akbar!». Yo los recuerdo perfectamente. Y al ver unir la palabra de Dios a los golpes de mortero, me ponía malita. Me parecía estar en el medievo y decía: «Los soviéticos son lo que son. Pero hay que admitir que, haciendo esta guerra, nos están protegiendo incluso a nosotros. Y les doy las gracias». Se volvieron a abrir los cielos. «¡Racista, racista!». En su ceguera ni siquiera querían oírme hablar de las atrocidades que los hijos de Alá cometían con los militares a los que hacían prisioneros. (Les cortaban los brazos y las piernas, ¿recuerdan? Un pequeño vicio al que se habían dedicado ya en el Líbano con los prisioneros cristianos y hebreos).

No querían que lo contase. Y para hacerse los progresistas aplaudían a los estadounidenses que acongojados por el miedo a la Unión Soviética llenaban de armas al heroico pueblo afgano. Entrenaban a los barbudos, y con los barbudos al barbudísimo Osama bin Laden. ¡Fuera los rusos de Afganistán! ¡Los rusos tienen que salir de Afganistán!

Pues bien, los rusos se fueron de Afganistán. ¿Contentos? Pero desde Afganistán los barbudos del barbudísimo Osama bin Laden llegaron a Nueva York con los barbudos sirios, egipcios, iraquíes, libaneses, palestinos y saudíes que componían la banda de los 19 kamikazes identificados ¿Contentos? Peor aún. Ahora, aquí, se discute del próximo ataque que nos golpeará con armas químicas, biológicas, radiactivas y nucleares. Se dice que la nueva catástrofe es inevitable, porque Irak les proporciona los materiales. Se habla de vacunación, de máscaras de gas, de peste. Hay quien se está preguntando ya cuándo tendrá lugar... ¿Contentos?

Algunos no están ni contentos ni descontentos. Se muestran indiferentes. Norteamérica está muy lejos y entre Europa y América hay un océano... Pues no, queridos míos. No. El océano no es más que un hilo de agua. Porque cuando está en juego el destino de Occidente, la supervivencia de nuestra civilización, Nueva York somos todos nosotros.

América somos todos. Los italianos, los franceses, los ingleses, los alemanes, los austriacos, los húngaros, los eslovacos, los polacos, los escandinavos, los belgas, los españoles, los griegos, los portugueses. Si se hunde América, se hunde Europa. Si se hunde Occidente, nos hundimos todos. Y no sólo en sentido financiero, es decir en el sentido que me parece que es el que más os preocupa. (Una vez, cuando era joven e ingenua, le dije a Arthur Miller: «Los americanos miden todo por el dinero, sólo piensan en el dinero». Y Arthur Miller me contestó: «¿Ustedes no?»).

Nos hundimos en todos los sentidos, querido amigo. Y en el lugar de campanas, encontraremos muecines, en vez de minifaldas, el chador, en vez de coñac, leche de camello. ¿No entendéis ni esto, ni siquiera esto? Blair lo ha entendido. Vino aquí y le renovó a Bush la solidaridad de los británicos. No una solidaridad de pacotilla, sino una solidaridad basada en la caza a los terroristas y en la alianza militar. Chirac, no. Como sabes, hace dos semanas estuvo aquí en visita oficial.

Una visita prevista desde hace tiempo, no una visita ad hoc. Vio las masacres de las dos Torres, supo que los muertos son un número incalculable e, incluso, inconfesable, pero no se conmovió. Durante una entrevista en la CNN, mi amiga Christiane Amanpour le preguntó más de cuatro veces de qué forma y en qué medida pensaba luchar contra esta yihad y, las cuatro veces, Chirac evitó dar una respuesta. Se escurrió como una anguila. Me daban ganas de gritarle: «Monsieur le President, ¿recuerda el desembarco en Normandía? ¿Sabe cuántos americanos murieron en Normandía para expulsar a los alemanes de Francia?».

Excepto Blair, en el resto de los demás líderes europeos veo pocos Ricardos Corazón de León. Y mucho menos en Italia, donde el Gobierno no ha descubierto ni arrestado a ningún cómplice de Osama bin Laden. ¡Por Dios, señor Cavaliere, por Dios! A pesar del temor de la guerra, en todos los países de Europa han sido descubiertos y arrestados algunos cómplices de Osama bin Laden. En Francia, en Alemania, en el Reino Unido, en España... Pero en Italia, donde las mezquitas de Milán, de Turín y de Roma están repletas de bellacos que aplauden a Osama bin Laden, de terroristas que esperan hacer saltar por los aires la Cúpula de San Pedro, ninguno. Cero. Nada. Ninguno.

Explíquemelo, señor Cavaliere. ¿Es que son tan incapaces sus policías y sus carabineros? ¿Son tan ineptos sus servicios secretos? ¿Son tan estúpidos sus funcionarios? ¿Es que todos los musulmanes de Italia son unos santos? ¿Es que ninguno de los hijos de Alá que hospedamos tiene nada que ver con lo que ha sucedido y está sucediendo? ¿O es que por investigar, por descubrir y por arrestar a los que hasta hoy no ha descubierto ni ha detenido, teme que le canten la cantinela habitual de racista, racista? Ya ve que yo no.

¡Por Jesucristo! No le niego a nadie el derecho a tener miedo. El que no tiene miedo a la guerra es un cretino. Y el que quiere hacer creer que no tiene miedo a la guerra, tal y como he escrito mil veces, es un cretino y un estúpido a la vez. Pero en la vida y en la historia hay casos en los que no es lícito tener miedo. Casos en los que tener miedo es inmoral e incivil. Y los que, por debilidad o falta de coraje o por estar acostumbrados a tener el pie en dos estribos se sustraen a esta tragedia, a mí me parecen masoquistas.
Oriana Fallaci
El Mundo

sabato 19 luglio 2008

Un cappello pieno di ciliegie




Il romanzo postumo di Oriana Fallaci "Un cappello pieno di ciliegie", sarà in libreria da mercoledì 30 luglio 2008. Lo annuncia la Casa editrice Rizzoli che lo pubblica. Definito "una saga" dall'autrice stessa, che ha lavorato a quest'opera per un decennio - spiega la Rizzoli -, il romanzo è un'epica familiare che attraversa oltre un secolo di storia italiana, dal 1773 al 1889. Prima della morte, avvenuta il 15 settembre 2006, la scrittrice ha consegnato al nipote Edoardo Perazzi il dattiloscritto di 648 cartelle che lei stessa aveva battuto a macchina utilizzando una Olivetti Lettera 32. Al nipote, suo unico erede, l'autrice ha lasciato anche precise disposizioni per la pubblicazione e l'indicazione del titolo del romanzo. Con l'uscita di questo volume - spiega la Rizzoli - la Casa editrice corona con orgoglio il lungo rapporto con Oriana Fallaci, che dal 1961 in poi ha affidato a Rizzoli tutte le sue opere (Ansa).



domenica 27 luglio 2008

Publican obra póstuma de Oriana Fallaci




La saga que narra, a través de sus personajes, episodios familiares durante momentos claves de la historia italiana, es la última novela de la fallecida periodista Oriana Fallaci, que se publicará póstumamente la próxima semana.

Se trata de una especie de autobiografía en la que la también escritora combina las historias familiares entre los siglos XVIII y XIX con la fantasía, según lo dio a conocer la editorial Rizzoli, que le ha publicado la mayoría de sus libros.

La obra que tiene como título Un cappello pieno di ciliege (Un sombrero lleno de cerezas), fue a la que Fallaci dedicó sus últimos años de vida, tras padecer cáncer de mama, enfermedad que la llevó a la muerte el 15 de septiembre de 2006.

La propia autora calificó este trabajo, que se publicará un mes después del que sería su cumpleaños 79 (29 junio de 1929), como una "saga" que narra a través de sus personajes episodios familiares durante momentos claves de la historia italiana, como la unificación del país.

Con un tiraje de 350 mil copias para la primera edición, la entrevistadora había expresado durante el tiempo en que la escribía que en la obra "la realidad se deslizó en la imaginación y lo verdadero se unió a aquello que podía ser inventado y después a la invención".

Una creación literaria que le permitió convertir a todos sus antepasados en sus hijos, porque, en esta ocasión, era ella la que "les daba la vida como ellos se la habían dado a ella".

Fallaci nació en Florencia en 1929 y su infancia transcurrió en la Italia fascista de Benito Mussolini. Como corresponsal de guerra siguió todos los conflictos de la historia contemporánea, desde Vietnam a Oriente Medio y desde India-Pakistán a Latinoamérica.

Durante su trayectoria como periodista logró entrevistar a numerosos líderes y celebridades del siglo XX como Henry Kissinger, el Sha de Persia, el ayatolá Jomeini, Willy Brandt, Zulfikar Ali Bhutto, Walter Cronkite, Muammar Kaddafi y Federico Fellini.

Asimismo, publicó algunas entrevistas realizadas a personalidades de diversos ámbitos como Sammy Davis Jr, Nguyen Cao Ky, Yaser Arafat, Indira Gandhi, Alexandros Panagoulis, Golda Meir, Haile Selassie, Mao Tse Tung, John y Robert Kennedy y Sean Connery, entre otros.

En Latinoamérica le tocó cubrir en México el movimiento estudiantil de 1968, tiempo en el que al estar presente en la matanza de la Plaza de las Tres Cultura, el 2 de octubre, fue herida de bala cerca de la columna vertebral.

Dos de sus últimos libros, La rabia y el orgullo y La fuerza de la razón suscitaron una enorme polémica por sus críticas al fundamentalismo y al Islam, al igual que su obra posterior Oriana Fallaci entrevista a Oriana Fallaci, donde analizó el "cáncer moral que devora a Occidente" y su propia enfermedad.


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