Razón del nombre del blog

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El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

lunes, 14 de marzo de 2011

AMIGA, QUÉ ALEGRIA...SUERTE CON ESA "DAMA DE LA LIBERTAD" TAN ESPERADA...


Su autora:
Josefina Leyva
La Dama de la Libertad
N O V E L A

Josefina Leyva, cubana, fue profesora de literatura y de francés en la Universidad de La Habana y en el Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona.

Exiliada en Caracas, trabajó como profesora y periodista. Ha residido en Madrid y en los Estados Unidos. Ha viajado por 33 países. Como novelista ha publicado: Los balseros de la libertad (1992); Operación Pedro Pan, el éxodo de los niños cubanos (1993); El tiempo inagotado de Irene Marquina (1994); El aullido de las muchedumbres (1994), ganadora de la Distinción de Honor de La Rosa Blanca en Los Ángeles; Rut, la que huyó de la Biblia (1999), premio 1998 de novela inédita en el Círculo de Cultura Panamericano de Nueva York; Las 7 estaciones de una búsqueda (2000); Entre los rostros de Tailandia (2005); La Cena de los 13 comensales (2011); La canción prohibida de la doctora Fanny (2011); Diálogo (2011); la biografía Memorias de una exiliada, con María Elena Palicio como coautora (2010) y el poemario Imágenes desde Cuba (1995). En 2006 recibió el premio Alba de América, del Instituto Literario y Cultural Hispánico de Los Ángeles.

Margarita Krakusin, Profesora Emérita en Alma College, Michigan, publicó el libro de crítica literaria
Entre el exilio y la memoria: Josefina Leyva y su obra
; y Bertha Bilbao Richter (Instituto Superior de Radiodifusión, Buenos Aires), publicó
El mundo ficcional de Josefina Leyva, metáfora de la libertad.

-oOo-

Esta novela, cuya protagonista es una caraqueña encantadora y andariega, expresa el afán de libertad que alboreó y culminó en Venezuela durante los primeros años del siglo XIX, y la reacción que intentó segarlo en lo individual y en lo social. Paralelamente muestra el esplendor del imperio napoleónico con el fascinante personaje de la emperatriz Josefina en primer plano y la invasión bonapartista a España y a Rusia. Entre luchas y pasiones aparecen la paz y el orden establecidos en Filadelfia, a donde llegó un exiliado caraqueño cargando la mochila de su añoranza.

Prólogo

La reformulación contemporánea de la noción de verosimilitud exime al escritor de la necesidad de reproducir los hechos, por el contrario, le otorga el derecho de representarlos, pero no con fi­nes documentalistas sino para convencer a los lectores de su impor­tancia y de su sentido trascendente, e iluminar su camino prospectivo como sujetos históricos.

A través de esta novela de la escritora cubano estadounidense Jose­fina Leyva, percibimos loscontactosentre los incipientes proyectos independentistas de pueblos colonizados por España en América y los sucesos europeos que definieron la historia del viejo continente, desde la utopía imperial a la conformación de las naciones, destino que los aproxima o los distancia y en el que no son ajenos los vínculos inter­personales de sus actores.

La dama de la libertad añade una pátina a la historia para revivificarla; para ese fin intensifica su discurso y organiza su argumento violentando la secuencialidad narrativa. Ofrece así el atractivo de lo intemporal de esa eterna lucha por el poder y la felicidad; esta vez en el marco de los sucesos desatados en Europa y América y que desencadenaron una tormenta de sentimientos en personajes de entidad real y en aquellos otros puramente fictivos.

La autora se centra en el primer cuarto del siglo XIX: Caracas y sus ansias de liberación hasta la declaración de la independencia de Vene­zuela; la España de Carlos IV: las conspiraciones palaciegas; los moti­nes y las guerras causados por la expansión del imperio napoleónico; Estados Unidos durante el período de la consolidación de la paz, y París, centro del poder de Napoleón y luego, de su caída. El lazo de unión entre la historia y la literatura permite a la novelista afirmarse en un territorio de pasiones generadas en Napoleón y Bolívar. Entre ellos, las tribulaciones de una realidad inventada que construye el destino de esa dama de la libertad que, por momentos, se apropia de la conciencia autoral.

En repetidas ocasiones se ha hablado de la pigmalionización del personaje femenino en la novela, especialmente de aquélla escrita por varones que, en general, han llevado a la mujer a una idealización por las virtudes o a su degradación por vicios o el pecado de la infidelidad, en oposición a la singularidad

--propia de todo ser humano-- presentada en obras bien logradas que muestran a la mujer en su plenitud. El bene­ficio de la incognoscibilidad, del misterio y la persecución del eterno femenino, no tuvo, aún en el diseño de la mujer-personaje por escritores de renombre, sustento real, según convincentes argumentos de analistas del rol de la mujer en la novela en lengua hispana. Si el dis­curso hegemónico ponía en relieve la sumisión, la entrega, la abnegación, la debilidad, la ternura entre otros atributos femeninos, la moder­nidad subrayó la rebeldía, la irreverencia, la transgresión y una actitud antagónica de la mujer en relación con el varón. Josefina Leyva ha en­contrado una solución estética para afrontar esta conflictiva interacción entre los personajes de su novela. La voz narrativa no ha partido de estereotipos convencionales para diseñar a su protagonista que se mueve en diferentes espacios en los que contrapuestos procesos histó­ricos la hacen depositaria de las contradicciones o la reflejan en espejos que buscan la imagen unívoca, imagen que, en definitiva, expresa el sentido de una vida. Si la genialidad de la poesía muestra el instante, en la novela percibimos el movimiento, los cambios que se dan en el eje de la temporalidad. Luisa Urdaneta, la protagonista, supera la pigma­lionización atribuida a su género, porque la autora está más allá del debate que intenta diferenciar la escritura femenina de la escritura masculina y nos entrega una buena escritura, despojada, por su inge­nio, de aditamentos. Por otra parte, su heroína reviste una considerable fuerza vital por su capacidad de reflejar en su conflicto personal, lo que a todos nosotros nos atañe: la libertad de decidir.

Los personajes vinculados a Luisa Urdaneta y ella misma, se mue­ven en un cruce de peregrinaciones, de encuentros y desencuentros, de amistades fraternas y amores idealizados, que no están exentos de desle­altades, de renunciamientos impuestos por el deber, de curiosidades y asombros ante la extravagancia de personalidades complejizadas por las guerras y el peligro de la traición y la muerte imprevisible y violenta.

El punto de vista de la escritora revela el refinamiento de una con­ciencia testimonial que representa, a través de una escritura tersa, sus­tentada en el lirismo tan propio de su estilo, ese confuso e intrincado drama que afecta la política, la organización social y la vida privada. De ahí que los ideales que lo movilizan, evolucionan a medida que la conflictividad se despliega, siempre en búsqueda de la paz, del equili­brio o del curso natural de la historia que intenta evadir los procesos revolucionarios liderados, casi siempre, por quienes buscan en el po­der, la justificación de sus vidas.
De ahí que los personajes no son sólo portadores de ideas caracte­rizadoras sino también de éstas en su proceso. Destaco a tres de ellos, a modo de ejemplificación: El general Guillermo de Joinville sostiene que el gobierno francés en España, llevará el progreso y la moderniza­ción; en todo momento muestra una adhesión incondicional a Napo­león. Fernando Urdaneta, hermano de su esposa, no acepta el colonia­lismo y lucha denodadamente en la insurrección contra José Bonaparte en la península. En Venezuela, José María Ibarra, se empeña en la libe­ración americana al lado de Bolívar. Sin embargo, en todos ellos hay momentos que los llevan a cuestionar el sentido de sus luchas. Es por eso que se muestran gradualmente y ofrecen razones que justifican sus procederes, sean éstos heroicos o narcisistas. Como en la vida, hay algo que no nos es revelado; los comprendemos tan bien como nos resulta posible. El conocimiento de la naturaleza humana por parte de la no­velista, crea la ilusión de una verdad irrebatible pero que, sin embargo, muestra la impenetrabilidad del corazón humano. Es por eso que los personajes necesitan ser descriptos en el decurso de sus vidas, porque en ningún momento se transforman en tipos humanos, fijos o congela­dos; la voz narrativa es permanentemente inventiva, aunque cada de­talle de esta novela haya sido un recuerdo, un deseo, un homenaje a hechos o personas que de algún modo reflejan el yo autoral que dis­cretamente se oculta para ofrecernos una obra de arte mostrativa de la comprensión profunda de las acciones de los hombres y mujeres que oponen al sentido insaciable de la destrucción, como en Boves, la búsqueda de vivencias ejemplares y de trascendencia histórica como en José María Ibarra y Don Pablo Urdaneta. En suma, crueldad y compa­sión, desesperación y consuelo, angustia y serenidad, soledad y la per­fecta compañía del amor correspondido constituyen el trasfondo emo­cional de los personajes de esta extensa novela estructurada en siete partes: "El encanto de la vida caraqueña", "Ante los caballos de los ven­cedores", "El preámbulo", "España se incendia por El deseado", "De pie ante las cuentas del destino", "Venezuela entre dos Revoluciones" y "Un arcoiris se asoma al horizonte". Estas fragmentaciones son atisbos con­ducentes a una introspección o a una revelación y satisfacen la ambi­ción de totalidad intrínseca del género novela.

En efecto, el libro es un caudal en el que confluyen la narración, la observación, el retrato, la reflexión, la reminiscencia, una sucesión de intensidades dispuestas en planos espaciales por donde transitan las peripecias o los episodios paralelos que, en la búsqueda de verdades, encuentran las simetrías, la complementariedad de situaciones y de ideas o su rechazo. De ahí que los personajes viajan de la ciudad al campo, de su tierra a la ajena y en estos viajes perciben otra frecuencia del tiempo, distintas instancias de la evolución histórico social.

La revelación clave de La dama de la libertad está en el sentido de los acontecimientos históricos que culminan en la búsqueda del orden y la justicia. En el diálogo entre un imaginado Honorato de Balzac y la caraqueña Luisa Urdaneta, viuda del general Joinville, el escritor le anuncia que va a empezar "...¡Una novela que será el testimonio de su tiempo!" No es casual que en la ficción sea ésta, cuyo personaje pro­tagónico será la distinguida anfitriona, una mujer que defendió su li­bertad para vivir su circunstancia en tiempos de guerras "en los que tanto se ha debatido eso: la libertad, ilusoria o no" y en esto estriba la exigencia a la novela de este milenio, la incertidumbre ante la paradoja, la disuasión frente a la pretensión del hallazgo de verdades absolutas, la invención que es la epifanía de las obsesiones del autor, porque "allí donde se inventa hay siempre un elemento autobiográfico", dijo Pablo de Santis en un Encuentro de escritores; la pasión como energía condu­cente a la desmesura y, fundamentalmente, la libertad en el origen y el sentido final de esta novela.

Si entendemos que Balzac vehiculiza de algún modo la reflexión de la autora y la elocuente valoración de las fuentes históricas consultadas y explicitadas en los pies de página de la obra, nos preguntamos con Octavio Paz: "¿la vida, cuándo fue de veras nuestra? / ¿cuándo somos de veras lo que somos?" y con él nos responderemos: "nunca la vida es nuestra, es de los otros (...)/ los otros que no son si yo no existo" (En "Puerta de sol"). Como en todos los escritos de Josefina Leyva, asoma su vocación de poeta en páginas inolvidables. Aunque su astucia na­rrativa la distancia de la dama de la libertad, el insaciable anhelo por la concreción de sus más genuinos ideales la aproxima a su personaje protagónico.

No es casual tampoco que en la cena ofrecida por Luisa Urdaneta, Condesa de Friedland, sean las artes las convocadas, en las personas de un pintor, un músico y un escritor que encarnan y animizan el rescate de la aspiración de trascendencia del hombre como individuo: Solamente en la poesía

--entendida como creación-- habita el hombre en el mundo; son los poetas, proclama Heidegger, los cuidadores del ser, los que escuchan "el silencio de la paz". Para De Maistre, son los únicos agentes e intérpretes responsables de la historia.

Además de deleitarnos e instruirnos, esta novela ennoblece el espí­ritu; suministra a los lectores un eficaz antídoto contra el fanatismo político y el extremismo ideológico. Nuestro pueblo hispanoamericano necesita el rescate de su pasado para una digna proyección al futuro.

Que La dama de la libertadencuentre la complicidad de los lectores en este año del Bicentenario de la Revolución rioplatense de 1810 puesto que las condiciones histórico sociales en América del Sur favorecen su bautismo y su acompañamiento en ese viaje a nuestro pasado que nos permitirá enriquecer nuestro paisaje interior y responderle con nuestras propias necesidades y desafíos. Que así sea.

Bertha Bilbao Richter

Buenos Aires, enero de 2010




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